—En el momento en que Orión ponga a salvo al Marqués, me voy a deshacer de este peso muerto—. pensó Jirni mientras sangraba por varias heridas.
El ácido de Scorpicore de las garras del Doppelgänger había derretido su armadura en varios puntos, permitiendo que los tentáculos con cabeza de serpiente que salían de las muñecas de la criatura la mordieran e inyectaran su veneno.
Jirni no tenía fusión de luz para eliminar la toxina ni fusión de oscuridad para cortar sus receptores de dolor. Todo lo que podía hacer era apretar los dientes y esperar que su resistencia adquirida a los venenos más mortales fuera suficiente.
Sin magia y contra un enemigo sin puntos vitales ni grupos de nervios a los que pudiera atacar, Jirni solo podía ganar tiempo basándose en lo básico.
En cuanto a Orión, ahora le estaba yendo mucho mejor. Los hechizos del Caballero Mago no afectaban al Marqués mientras mantenían al Doppelgänger a raya, anulando sus ataques antes de que pudieran acercarse a su objetivo.