Orión no se quejó de que sus hijas abusaran de su confianza ni de que Jirni participara en el abrazo grupal. Podía ver lo preocupadas que estaban sus pequeñas y lo feliz que les hacía tener a ambos padres en la misma habitación.
—Chicas, entiendo por qué hicieron esto, pero los asuntos entre su madre y yo no pueden resolverse solo hablando sentados en una mesa y bebiendo té. —Orión rompió el abrazo y dio un par de pasos atrás para mirar a Jirni a los ojos.
—No puedes vendar una herida profunda y esperar a que se cure. Queda oculta a la vista, pero sigue sangrando y supurando. Además, una misión Real apenas es el lugar para discutir nuestros problemas matrimoniales, ¡especialmente frente a Manohar!
Señaló al dios de la sanación que había estado haciendo sonidos de arcadas desde que había recuperado la conciencia.