Vastor le dio un suave beso, deseando poder quedarse en casa con ella.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —preguntó Zinya.
—No lo sé. Esto es malo, Zinya. Muy malo. Incluso podríamos tener que posponer la boda.
—No me importa la boda. Solo quiero que vuelvas vivo. —Ella lo abrazó fuertemente, percibiendo la inmensa fuerza que su corpulento cuerpo ocultaba tan bien que incluso su dueño no lograba verla.
Pero el poder de Vastor era suave y su tacto siempre amable. Nunca alzó la voz con ella, ni siquiera cuando discutían.
Incluso cuando solo era una mujer ciega sin nombre para él, Vastor siempre la había tratado como igual, sin el desprecio o la simpatía que normalmente inspiraba su condición.
Fue la razón por la que comenzó a gustarle. Luego, después de su recuperación, cuando era una empleada doméstica en la casa de Verhen, con nada más que su primer nombre como posesión, Vastor había ayudado a Zinya a recuperar a sus hijos.