—¿Entiendes ahora el nivel de amenaza que representa Aylen? —preguntó Sinmara.
Al escuchar esas palabras, Lith se quedó paralizado de horror.
Aparte de su filacteria, los Liches solo tenían dos puntos débiles.
El primero era su locura que los volvía inconscientes hasta el punto de la estupidez. El segundo era que, al trabajar solos, no importa cuán brillante fuera un Lich, sus conocimientos mágicos fuera de sus áreas de interés estarían desactualizados.
Aylen, en cambio, no tenía ese problema.
—¿Por eso apareció en su forma humana desde el principio? —preguntó Lith.
—Correcto. Siguió una rutina estricta que mantenía tanto su cuerpo como su mente sin decaer. Además, gracias a sus asistentes felinos, no hay forma de saber cuántos avances mágicos puede lograr.
—¿Por qué crees que la envié a rescatarte en lugar de ir yo misma? Aylen necesitaba un perdón para mantener a sus mascotas fuera de la lista internacional de las criaturas más buscadas y yo quería revisar su progreso.