Una vez que Lith terminó, habían recolectado lo que parecía un trozo irregular de carbón del tamaño de un puño y una pequeña barra de metal. Sus superficies absorbían la luz tanto de la superficie como de las paredes de la torre, cambiando de plateado a negro como si alguien lo estuviera agitando desde adentro.
—¡Eso fue asombroso! —Friya sintió una mezcla de asombro y envidia al mirar los resultados finales del trabajo de Lith. —Dioses, las Llamas del Origen son el mejor amigo de un Maestro Forjador. Te tomó menos de un minuto separar completamente dos de los metales más preciosos en Mogar.
—¿Por qué las Hidras no pueden tenerlas también? —Lith jadeaba y resollaba en respuesta mientras Solus conjuraba una silla para que se sentara. También le dio un barril de tónico que bebió con la ayuda de la magia del agua.