Su objetivo no era gobernar, sino ayudar a la humanidad a alcanzar el siguiente paso evolutivo al otorgar a una élite seleccionada el don de la inmortalidad y un poder inigualable.
Arreglar un sistema de siglos de antigüedad, sin embargo, era mucho más difícil que simplemente derrocar a un gobernante. El Maestro necesitaba no solo los recursos necesarios para convertir a los humanos comunes en Eldritchs, sino que también debía encontrar una manera de hacer que la transformación fuera segura y permanente.
Hasta ahora, todo lo que había logrado eran híbridos y por muy poderosos que fueran, hasta que su condición se estabilizara, serían un peligro para ellos y para los demás. Vastor mismo necesitaba el bastón de Yggdrasill para contener su mitad Abominación.
No podía llevar sus operaciones al siguiente paso hasta que estuviera seguro de que el don que quería compartir con la humanidad no era en realidad una maldición que los condenaría como ya había sucedido con las razas caídas.