—Sí. Una vez que te acostumbras a la comida casera, es difícil volver atrás. —Peicus, su segundo al mando, dijo—. Estoy cansado de trabajar en el campo. Quiero poder volver a casa y encontrar algo más que un apartamento vacío.
Los miembros de las tres unidades que protegían a Lutia pasaban su tiempo de almuerzo turnándose para comer y quejarse. Extrañaban la sonrisa de Elina tanto como su comida.
—Dioses, cómo extraño ya a Lady Verhen. —Zest el Shyf se quejó mientras miraba la carne cruda que llenaba el comedero del cual se habían acostumbrado a alimentarse—. Siempre añade algún bocado delicioso e incluso recuerda lo que a cada uno de nosotros más nos gusta.
Antes de irse, Raaz había pagado al carnicero local para que proporcionara a las bestias que protegían sus campos, sus peones y sus vecinos con mucha carne. Pero además de cortarla en trozos pequeños, la servía tal como estaba.