—Has estado con Lith cada momento de su vida, acercándote más a él que cualquier miembro de esta familia. Eres lo más parecido a un gemelo que tiene y la hija que nunca tuve la oportunidad de conocer.—
Elina sostuvo el rostro de Solus, acariciándolo con tanto amor y ternura que Solus volvió a llorar, pero esta vez de felicidad.
—Lamento tanto no haber sido parte de tu vida y sé que no hay manera de compensar el tiempo perdido, pero me gustaría intentarlo de todos modos, si me lo permites. ¿Me darías el privilegio de llamarte mi hija?—
—Sí.— Dijo Solus entre lágrimas.
—Entonces puedes llamarme mamá si quieres.— Elina abrazó a Solus, manteniéndola lo más cerca posible.
Las rodillas de Solus se doblaron mientras la emoción de su sueño de toda la vida se hacía realidad la abrumaba. Elina no la soltó, ayudándola a sentarse en el suelo de la torre mientras uno tras otro los miembros de su familia se unían a ellas en el abrazo.