Mirim rodó por el suelo, esquivando el fuego y el rayo congelante, pero se vio obligada a usar la poca mana que le quedaba para potenciar la armadura de Paso de Pluma y conjurar una barrera para detener a los tres restantes.
Presionó la runa de emergencia en su amuleto, pero no sucedió nada.
—Me aseguré de que nadie nos interrumpa, querida Marquesa. —La figura vestida de azul continuó lanzando un hechizo tras otro, obligando a Mirim a sacrificar sus muebles favoritos para salvar su propia vida.
Lo bueno de los objetos comunes encantados para durar era que ofrecían una protección breve pero decente.
—¿Cómo lograste hacer esto? —Preguntó con la esperanza de ganar algo de tiempo.