—¿Una mascota? —La voz de Lith era un gruñido de furia apenas inteligible.
El recuerdo de la ternura de Kamila en la noche de la muerte de Lark, de las heridas que había sufrido sólo para estar cerca de él, hizo que las palabras de Qisal fueran imperdonables.
—Sí, una mascota. —El Wyvern asintió y bebió su vino como si estuvieran teniendo una conversación agradable—. Algo a lo que le tienes cariño pero que seguramente sobrevivirás, así que cuando mueran los lloras por un par de días y luego sigues adelante con el siguiente.
—¿No me digas que realmente estás planeando usarlo para algo más que diversión? —Qisal se rió ante la furiosa expresión de Lith y sus cinco ojos llenos de cinco colores diferentes, preguntándose cuál era su secreto.
Lith trató de mantener la calma, pero el fuego burbujeaba de su garganta con cada palabra que pronunciaba y la energía en sus ojos los hacía brillar como gemas preciosas mientras suplicaba ser liberada.