—El protocolo es aburrido y no quiero perder mi tiempo luchando con los demás para obtener cinco minutos del tiempo de mi nieto. Todos pueden levantarse.— Dijo Salaark, obligándolos a mirarla a los ojos mientras los examinaba uno por uno.
—Me decepciona que nunca hayas venido a visitarme ni te hayas molestado en responder a mi carta, Lith.
—No había una dirección a la que responder y no tengo tu runa de contacto.— Respondió mientras le hacía una reverencia profunda. —Estoy agradecido por su consejo sobre mi última creación, pero creo que hay un malentendido.
—No soy del Desierto de Sangre y tampoco lo es nadie de mi familia. No deberías desperdiciar tus bendiciones en un extraño.
—¿Tienes miedo de que te haga pagar por ellas con intereses una vez que descubra que no eres uno de los míos?— Salaark rió entre dientes, adivinando la preocupación de Lith en el primer intento.