—Convertirme en padre fue el último clavo en el ataúd del viejo yo. —Orpal suspiró profundamente—. Me permitió ponerme en tu lugar, mamá. Ahora entiendo que ningún padre permitiría que alguien haga a sus hijos lo que hice a Tista y Lith.
—No tengo excusas por lo que hice, papá. Solo puedo admitir mis faltas y rogar por tu perdón.
—Empieza a rezar, entonces. —Tista golpeó el suelo con el pie, molesta por esas cursis palabras.
—¿Perdón? —La voz de Orpal era dócil, pero una chispa de furia encendió sus ojos ante tal falta de respeto.
—Lamento a tu hijo, no a ti. —respondió Tista—. He escuchado muchas palabras bonitas, pero no he visto sinceridad detrás de ellas.
—¡Tista! ¿Cómo puedes decir eso? —Rena dijo mientras la idea de reconectar con su gemela y conocer a su cuñada llenaba su corazón de esperanza.
—Usando mis labios y mi cerebro. ¿Cómo puedes creerle cuando cada vez que se disculpó, lo hizo con mamá y papá? Meln se mantuvo tan vago sobre sus faltas como lo hizo con su éxito.