Sólo con mirar a los ojos de Lith, Crefas había sudado frío. Había conocido a suficientes criminales como para reconocer a alguien que no tendría reparos en atarle con pesas, tirarle a un pozo y pedir un deseo.
—Vastor, en cambio, parece un hombre lo suficientemente desesperado como para perseguir a alguien que podría ser su hija y lo suficientemente estúpido como para hacer cualquier cosa con tal de mantenerla a su lado.— pensó Crefas.
—No mucho, sólo un par de años. —Vastor dijo con una cálida sonrisa.— Pero me tomó menos de una hora notar los abusos a los que estaba sometida. Siempre me pregunté cómo pudiste pasar por alto eso o por qué no te presentaste en el tribunal a su lado cuando Zinya luchó por la custodia de sus hijos.