Aunque su entrada parecía abrumadora y dramática para los miembros de las Garras, Lith en realidad estaba bastante desesperado, y también lo estaba Solus. En el momento en que el hombre sarcástico había revelado su presencia, supo que acababa de pasar de la sartén al volcán.
Quienesquiera que fueran esos tipos, habían dominado la disciplina de la magia espacial hasta el punto de convertirla en una forma de arte. Lith solo podía correr o volar, pero contra un oponente que podía doblar el espacio, parpadear o cambiar, no servía de nada.
Su única opción era entrar y matarlos tan rápido que ni siquiera entenderían qué les había golpeado. Era hora de probar los límites de su nuevo cuerpo.
—Lo primero es lo primero, necesitamos matar al Guardián. Lith pensó, sin saber que era la cabeza de su objetivo intencional lo que estaba lanzando al enemigo más cercano, haciendo que ambas cabezas estallen por la violencia del impacto.