Lark redujo la velocidad en el momento en que se colocó al lado de la diligencia, bajando la ventana antes de dar un educado golpe en la del Vizconde.
—Lark, ¿dónde conseguiste esa cosa? —La envidia y la sorpresa hicieron que Drath olvidara lo básico del protocolo, pero al Conde no le importó.
Ver a uno de sus rivales políticos más molestos ponerse verde era más que suficiente compensación. La diligencia estaba pintada de oro mientras que el DoLorean estaba hecho de plata, algo que ningún noble disipado pasaría por alto.
—Solo es un regalo de uno de mis antiguos protegidos. ¿Recuerdas al Archimago Verhen? —Lark asintió casualmente hacia el asiento del pasajero. Estaba manteniendo los dos vehículos a la misma altura para que el Vizconde pudiera ver adentro.
Ver la túnica azul oscuro ya fue un golpe enorme al ego de Drath, pero comparar su apretada diligencia con el espacioso interior del automóvil casi lo hizo tener un derrame cerebral.