—Bienvenido a casa, joven amo. Siempre es un placer tenerlo aquí— Dijo Hilya.
Lark estaba a punto de estallar de indignación cuando notó que la jefa de cocina realmente había obedecido sus órdenes. Estaba hablando con Aran, no con Lith, ofreciéndole a él y a Leria dulces de su carrito.
El estrés casi lo llevó a tener un derrame cerebral, especialmente cuando notó cómo las miradas de los guardias lo esperaban, esperando que el Conde regañara a Hilya y arruinara la felicidad de los niños.
Atrapado entre la espada y la pared, Lark solo pudo aguantar y soportar.
—Lady Ernas, ¿a qué debo este inesperado placer?— Conocía a Friya en la Corte y esperaba que su presencia junto con la de Tista alejara al personal masculino de recordar algo sobre esos eventos.
A juzgar por sus repentina mirada en blanco, el plan parecía funcionar.