Nalrond extendió su mano hacia la barrera plateada que separaba el espacio dimensional del resto de Mogar, sintiendo la familiar corriente de conciencia dentro de la barrera inundándolo por dentro.
Innumerables voces, experiencias y sentimientos que no le pertenecían fluían a través de su mente. El Rezar usó su propio nombre como ancla contra la corriente y como fortaleza contra el ataque psíquico, pero esta vez no fue suficiente.
No porque aprender sobre la posible existencia de su otra mitad haya hecho que su sentido de sí mismo vacile. Por el contrario, la idea de haber encontrado finalmente la pieza faltante de su vida que sus antepasados habían buscado durante generaciones, había dado a Nalrond un propósito.