La sangre de Vampiro no podía seguir el ritmo del perfecto refinamiento del cuerpo de Lith y la brecha en su respectivo dominio de la magia de fusión solo empeoró las cosas. El dolor de War permitió que la hoja canalizara la energía que provenía de la torre hasta su límite máximo, de modo que con cada tajo caía otro pedazo de la lanza.
Para cuando Kallion avanzó un solo paso, casi un tercio de Tormenta estaba perdido y con ello su ventaja en el alcance sobre la espada.
Kallion miró el arma de Lith con envidia y desesperación. Cada vez que War se movía, emitía un lastimoso aullido que hacía que la piel del Gran Mago se erizara.
En un último esfuerzo, Kallion desató todos los hechizos que tenía preparados solo para ver a War devorarlos y luego arrojarlos de vuelta a él. Lith se lanzó tan rápido que venció a los hechizos con el golpe, hundiendo la hoja en el corazón de Kallion.
