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Alberto debería haber sabido muy bien que él mismo había entrenado a Christian.
Mientras no estuviera dispuesto a hablar, absolutamente nadie, y de ninguna manera, podría hacerle hablar.
Además, había muchas maneras de terminar con su vida. Si realmente hubiera querido, había miles de formas de hacerlo.
Christian inclinó la cabeza hacia atrás para evitar que las lágrimas rodaran por su rostro, miró al sol en el cielo.
El sol era deslumbrante y brillante.
Pero su humor se sentía oscuro y había caído a sus profundidades. Se sentía terrible y dolía aún más cuando la persona que más valorabas te traicionaba.
—Christian, ¿esta es la organización que estás dispuesto a proteger, sometiéndote a torturas e interrogatorios? —preguntó Michael.
—Mientras tú estabas pensando en cómo protegerlos con tu vida, ellos estaban pensando en cómo matarte para silenciarte —dijo Michael con calma.
