Con los documentos en la mano, Zen entró en la oficina de Christian cuando lo escuchó hablar por teléfono. Instintivamente, aceleró sus pasos, se acercó a él y preguntó:
—¿Qué has organizado?
Ella sabía que Christian había estado monitoreando constantemente los movimientos de Wendy en esos días, pero no tenía idea de lo que estaba planeando. ¿Planeaba hacerle daño a Wendy o finalmente estaba sucumbiendo a sus sentimientos por ella?
Colgando el teléfono, Christian lo tiró sobre el escritorio.
Sentándose en su silla, Christian cruzó las piernas y miró a Zen, sonriendo con desprecio:
—¿Has olvidado tu lugar?
—¿Quién era esa persona en el teléfono? ¿Qué demonios estás tramando? —Zen exigió. Luego, con cara seria, lo advirtió:
—Escúchame, Christian. Será mejor que no planees nada en contra de Wendy.
—¿Qué puedes hacerme si estoy conspirando contra Wendy? —Christian respondió, mirándola con desdén, como si ella fuera algo insignificante.