El corazón de Dorothea comenzó a doler cuando Vernon mencionó cuánto quería matarla. Sabía que estaba justificado que Vernon tuviera ese tipo de deseo vengativo hacia ella.
También sabía que ser asesinada por su propio hijo podría ser la mejor retribución que Dorothea obtendría jamás.
—Pero aun así, me siento triste —pensó Dorothea—. Ahora sé que no hay esperanza en que nos unamos como madre e hijo.
—Puedes engañar a Chloe cuantas veces quieras, pero debes saber que nunca me engañarás a mí, Dorothea —declaró Vernon con firmeza—. Ahora que tienes mi respuesta, terminemos con esto y nunca más nos veamos, mirarte me da asco.
Dorothea vio que Vernon estaba a punto de levantarse e irse de nuevo, así que tomó una respiración profunda y contestó: —No puedes irte, Vernon. Aún no he dicho lo que quiero decir.
—¡Tsk, está bien! ¡Dilo y acabemos con esto de una vez! —gritó Vernon y volvió a sentarse en su asiento.
