Cuando todavía estaba tratando de endurecerse, sus ojos notaron algo en el suelo, la lencería negra de su cuñada, prueba de lo que habían hecho anoche. Su verga se endureció de nuevo cuando vio la lencería.
—¡JODER! —Vernon maldijo cuando se dio cuenta de que tenía este pensamiento intrusivo de recoger esa lencería y comenzar a olerla como un pervertido sucio. Se quitó los pantalones de chándal y corrió al baño para darse un baño en su lugar.
Presionó un botón para encender la ducha fría. Quería enfriarse porque no había manera de que se masturbara con su lencería. ¡No estaba tan desesperado!
Vernon sintió el agua fría golpeando su piel. Lo calmó un poco, pero no lo suficiente para hacerlo sentir mejor. Siempre que cerraba los ojos, imaginaba una de estas dos cosas; su cuñada llorando o su lencería arrugada en el suelo. Ambos le daban una reacción, ya fuera enojo o… lujuria.