—Bienvenido de vuelta, Vernon. He preparado la cena para ti, pero ya se enfrió. Voy a recalentarla —dijo Chloe. Llevó los tazones de comida cubiertos con papel de aluminio a la mesa de la cena.
Tenía que recalentarla primero, quizás volver a cocinar algo porque no se vería apetitosa incluso después de recalentarla con el microondas.
—No hace falta, no tengo hambre —dijo Vernon.
—¿Eh? —Chloe se detuvo en seco, mirando confundida a Vernon—. ¿No... tienes hambre?
—Cené con mi socio de negocios. Fuimos a mi restaurante favorito —respondió Vernon despiadadamente. Sonrió con ironía al ver la cara de desconcierto en los ojos de Chloe.
Honestamente, Vernon también notó la tristeza en sus ojos. Parecía que había estado llorando mucho. Pero supuso que debía haber llorado porque no consiguió todo el lujoso estilo de vida que esperaba al casarse con Vicente.