—¡No olvides informarle esto a Vicente! ¡Estoy segura de que estará encantado de saber que pronto se declarará en bancarrota! —Diamante gritó y luego se rió, llena de burla.
María apretó los dientes. Aceleró sus pasos y entró en el ascensor con sus secuaces, admitiendo finalmente la derrota.
No había más que silencio en el ascensor mientras bajaban. Los dos secuaces se miraron nerviosos hasta que uno de ellos abrió la boca: —Señora, ¿qué hay de nuestro pago?
¡Ding!
María esperó hasta que se abriera la puerta del ascensor. Miró por encima de su hombro y respondió: —Ustedes dos están despedidos. No se atrevan a mostrarme sus caras de nuevo, o me aseguraré de hacer su vida un infierno.
Los dos secuaces se sorprendieron con las palabras de la anciana, pero no pudieron hacer nada en su contra porque tenía a Vincent Gray como respaldo.