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Chapter 68 - [¿Mal para el bien?]

Ante la varonil voz, distintas miradas se dirigieron a su origen. Discretas e indiscretas, dependiendo de la distancia y los referidos.

Entre los innumerables hombres, fuertes y débiles, gordos o flacos, irónicamente se había levantado un joven del cual ni siquiera se distinguía su edad.

Los rayos solares sin poder penetrar ante las frondosas ramas y hojas, provenientes de dos erguidos árboles, que impedían su paso; produciendo vasta sombra en la cual se refugiaban hombres ostentosos.

Sonrisas grandes y manos femeninas; los conceptos como "callos" y "desviaciones" no podían existir entre tales, quienes mantenían una piel blanca e hidratada.

Sobre los extensos campos, la polaridad respiraba. Ropas sucias y prendas nuevas, dolencias y suficiencia; pero a pesar de está visión, en perpetuo equilibrio permanecían.

Posiciones elevadas y humildes.

Pero irónicamente, quién pertenecía a la polaridad, renegó a ella y se rebeló a la misma, trayendo el caos.

Caos traducido entre rostros burlones o indiferentes, indiferente producto de la ignorancia.

Gracioso hecho, siendo su principio así como su finalización, hallando origen de la misma base; construyendo en silencio el concepto de la polaridad.

"Sólo soy irónico, vastos conocedores, explayadores del saber virtuoso a través de la ética y moral". Prosiguió Federick a su canto, nulo en ondas y vibraciones.

"Disculpa joven, ¿necesitas algo?". Preguntó finalmente uno de los más jóvenes que conformaba el grupo.

Mientras preguntaba, miraba a su alrededor; incómodo del hecho.

"El gusto es mío... Y sí, necesito cuatro médicos éticos dispuestos a sanar al enfermo que clama". Dijo Federick sin tacto alguno, mientras miraba a las decenas de personas que se encontraban a sus inmediaciones.

Numerosos siervos, de diferentes nombres y profesiones, capaces de sanar o disfrutar de la carne; innumerables cualidades sobre pocas cabezas contadas, quienes en su posibilidad se hallaba ser parte de la tierra fértil, más desierto se encontraba escrito sobre los carteles que colgaban.

Producto de escriba.

Cuellos pesados, así como estatuas pesadas; móvil o inmóvil, vertebrado o invertebrado, con capacidad de respirar o vomitar.

"Por favor, joven... No haga esto más complicado de lo que ya es; ya se han dispuesto los suficientes hombres para esta tarea, calificados y con nombres prestigiosos, capaces de actuar; pero a misma raíz, sus modos de operar". Comentó otro de los hombres, quién era más antiguo que el anterior, pero sin mayor diferencia.

Acto que únicamente estaba siendo protagonizado por Federick y los jóvenes talentosos.

Jóvenes con talento, sin experiencia; joven con talento y experiencia.

Talento sin causa, experiencia con causa.

"Entiendan, señores: No es posible tal trato inhumano... Deben hacer algo". Dijo Federick, exponiendo una actitud ligeramente sumisa ante la autoridad.

"Niño, hazlo de una vez... Entiende que todos nuestros esfuerzos ya están recayendo sobre los dolientes y enfermos; deja de clamar, ¿o es que a caso un conocido tuyo se encuentra entre los mismos?". Dijo otro con indiferencia, reafirmando su posición de autoridad.

"Señores... Incluso ni siquiera hay agua. Los hombres claman por la misma, así no tengan fuerzas". Dio Federick un último grito simbólico de desesperación.

"Existe alguien encargado para ello... Pero sí pues sufres tanto, ve tú a traer el agua para los enfermos; el pozo sólo se encuentra a una modesta distancia, en dirección al noroeste". Exclamó el mismo hombre con cierta irritación.

"Bien, si así lo decidieron los mayores de la iglesia". Dijo Federick, finalizando el encuentro, al retirarse de la escena con cierta indiferencia.

'Supongo que imitar a otros, es el camino a la bienanturanza'. Pensó Federick con sarcasmo.

Pero fue en ese momento en el cual volvió el rostro con amargura; recibido con indiferencia, la cual no consideraba innumerables variables.

"¡Observad bien!". Vociferó repentinamente.

Grito extremo, que se escuchó a través de los vastos campos.

La atención de diferentes perspectivas se dirigieron en su dirección; incrédulos, humildes e ignorantes.

La única distinción que los volvía iguales, era el pelo presente en sus cuerpos.

Muchos calvos agradecieron a su defensa exterior de sus esfínteres anales.

'Amagatzu, Amagatzu, Amagatzu'.

Sus pasos se dirigían a sus antiguos camaradas.

'Padre, querido Padre'.

Única huella de distinción, era la marca que dejaba por los caminos que transitaba.

'Hoy, escúchame Padre'.

Su rostro era serio, sin vacilación ante la visión de innumerables enfermos.

'Permiteme el don, desde la virtud, de sanar sin distinción a quienes sufren su miseria predispuesta'.

Arremagandose, enfocó su rostro benevolente, cubierto con una sonrisa de amor, en un anciano con una extensa barba descuidada.

Doliente, sobre la cálida hierba, sufriendo silenciosamente en su fría realidad.

"Escúchame, enfermo: No necesitas creer, solamente ser". Exclamó Federick mientras cruzaba a su lado.

Pero su sombra cubriendo a quién se estremecía.

"Demuestra tu actitud a quién te aqueja, si no se trata de sumisión". Dijo Federick dirigiéndose a un joven que tosía gravemente.

"Recuerda... Desea el mal, para así recibir el bien". Finalizó Federick, con las manos débiles.

Había terminado su recorrido que únicamente había durado unos minutos, pero con resultados fervorosos.

Habían sanado. La respiración de la vida había hecho acto de presencia.

Pero de innumerables, no contaba la centena los referidos.

Aún en el ambiente, era audible el quejar. Pocos eran quienes ya no deseaban el fin, recuperándose entre audibles quejidos.

Su sombra se había posado, su sonrisa dirigida, sus dedos acariciando pelos ajenos y sus huellas digitales habían tocado pieles degradantes a la vista.

"No digas nada, si quieres permanecer igual". Exclamó Federick, mientras recogía serenamente los baldes entre sus hombres, a pesar de su debilidad posterior a la experiencia extraña.

En silencio se dirigió, perdiéndose entre pasos.

Había sanado.

Había confirmado que su padre en realidad era un ancestro.

"Ayúdame..."

Repentino.

Un quejido, último quejido audible de desesperación.

"No eres una rubia de infarto". Respondió Federick de forma estoica.