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Chapter 64 - [Iglesia]

"Esperad y resposad bajo los grandes poderes ortodoxos. Sea así su congregación, que hierva el agua". Se escuchó resonante a través del espacioso salón.

"Id y repositar su fe ciega, que sea capaz de hervir los mares; sin dudas, reconstruirse así como se hizo con el nuevo mundo". Prosiguió la voz, con un ardor inquebrantable, su vista firme a las alturas.

Todo esto era escuchado fervientemente por numerosos individuos. Quienes se disponían en orden y organizada mente, con el fin de retratar una imagen...

Pero en realidad, sus mentes no estaban realmente ocupadas; sus manos temblaban. Sus miradas fijas en el orador o suelo...

Mientras esto sucedía, otros voluntariosa guiaban pacientemente a los constantes enfermos que llegaban continuamente.

Quienes eran guiados más allá del interior de la iglesia, hacía el exterior que comprendía de la misma.

"¿Existen infieles?". Preguntó Federick mientras observaba estás acciones.

"Mmh, supongo... Un vecino mío salía a trabajar y...". Decía el hombre hasta que fue interrumpido con otra pregunta.

"¿A dónde lo dirigen?". Prosiguió Federick con sus preguntas, mientras observaba a los que anteriormente eran sus camaradas de viaje.

"La iglesia ha dispuesto una campaña de curamiento gratuito a todas las clases, sin diferencias. Es, de hecho, la iglesia". Comentó el hombre con sarcasmo entre sus palabras.

"¿Veo que conoces a la iglesia?". Comentó Federick sorprendido.

No conocía en exceso ni en profundidad los registros, pero el hecho de que la religión era erigida por hombres, lo hacía suponer.

"¿Por qué supones eso, chico?". Preguntó el hombre con gracia.

Su sonrisa se había ensachado con la pregunta, de tal forma que sus arrugas se remarcaron.

"Porque pareces un eunuco". Dijo Federick sin reírse.

Pero contra las expectativas, este comentario no hirvió el ambiente, al contrario; el hombre expresó carcajadas ligeras, complaciente.

Así, prosiguieron su camino hasta un asiento dispuesto en una de las filas. Donde estaban rodeados de creyentes, quienes entre sus manos mantenían amuletos.

"Exclamad con libertad absoluta a quién adorais, sin temor a la intimidación; pues nuestra posición, es como las montañas, sin poder de conceder ventaja alguna a contricantes de cualquier tipo". Repetía el orador con gran elocuencia, llegando a tonos altos.

"Dentro nuestro, virtud; fuera de nosotros, agradecimiento; más allá de nosotros, nuestra Fe". Finalizó el hombre su discurso, acompañado de aplausos glorificantes.

Muchos hombres se levantaron ante sus palabras, aplaudiendo con admiración. Apretados entre pares, su fascinación no se extinguia.

Con esto, otro fuego inextinguible se prendió en silencio. Entre los numerosos pares, dos ojos resaltaban entre las expresiones fascinadas.

Cual estrellas, capaces de juzgar más allá de lo inetendible.

'Realmente maravilloso... La naturaleza humana es fascinante'. Expresó Federick en sus pensamientos.

Mientras los aplausos no finalizaban, con la presencia de rostros agradecidos; en realidad, tras de sí, se escondían desinterés, indiferencia y desgana.

Rostros cansados, entre ojeras y pieles descuidadas; la marca del tiempo y el trabajo como déspotas.

Pero más allá de eso, existía una peculiaridad inquietante que le provocó una sonrisa de misma índole. En el momento que conectó miradas con el orador, en el segundo que sus perspectivas atravesaron.

El cinismo y el odio, sin burla ni comentarios; simple y cruda, como una broma de mal gusto.

'Vaya, mí fama es reconocida'. Pensó Federick con mal gusto.

Cual actuar de serpiente, su sonrisa benevolente escondía resentimiento; sus arrugas como si se tratarán de la última capa de su mentira.

"La distorsión de espíritus es palpable en este lugar... Almas condenadas sin libertad, bajo el estandarte de la virtud". Opinó Federick con lástima en su voz.

"Es un punto de vista interesante, pero agregaría la potestad absoluta de sus dirigentes. Al fin y al cabo, no se desenvuelve más allá de una lucha política eterna". Opinó el hombre con una expresión reflexiva, inusual en él.

Ante estás palabras, recibió una mirada curiosa de Federick; preguntándose si en realidad estaba conviviendo con un eunuco o un eunuco imperial.

"¿Mantienen poder en su mesa?". Preguntó Federick, insinuando la escena general atheniense.

"Mantienen poder, pero un poder que no es real; sin existir, cubierto de falsedad". Respondió el hombre sin fingir sus palabras.

Fue en ese momento, que mucho de los individuos se levantaron con la intención de retirarse, al sonar de una campana.

Así también lo hizo el orador, quién se retiró con la carga larga tras su sombrero sacerdotal.

"Ha llegado la hora de retirarme. Como lo ha dispuesto tu abuelo, el castigo por t insolencia es permanecer un día entero en tu hogar... Pero resulta que tu hogar, debe ser la primera construcción que pises". Informó rápidamente el hombre mientras se retiraba con una sonrisa juguetona.

"¡Espera! ¿Me dejaras así como así?... ¡¿Qué significó nuestro amor para ti?!". Vociferó dramáticamente Federick, con el sobreactuar en su código genético.

"Únicamente me parecieron ingeniosas tus acciones". Comentó el hombre riendo, sin detener su paso.

"Eres asombroso"...