Las abejas merodeaba a través de las flores; trabajando en unidad para sustentar su sociedad. Los pájaros cantaban armoniosamente en saludos de amistad, mientras realizaban sus primeros vuelos vespertinos.
El sol empezaba a ocultarse entre las nubes, un efecto constante y significativo, que era observable en el día a día; luego de superar su pico, finalmente empezaba a descrecer.
Lo cual era potenciado a través de las sombras, producto de árboles erguidos; lo que era disfrutado por una individuo, quién descansaba bajo tal ambiente en una cómoda silla reclinable.
Ambiente que fue interrumpido a través del sonido de la ebullición de una tetera; en la interior del hogar, Federick vertía en silencio la agua hervida en sus respectivas tazas de té.
'Toda infusión es negativa. Maldito sea el día, en el que me enamoré perdidamente de una sensación'. Pensó Federick con desagrado; no era un problema de autocontrol, iba más allá, entrando en conflicto con su pensamiento filosófico.
"Todas putas". Dijo una voz inconforme, subjetiva y tensa; la cual no pertenecia a un hombre, sino a un ave.
Ave imitadora, la cual resultaba ser un loro de colores subjetivos a la perspectiva. Quién exponía el pecho con total orgullo, capaz de acaparar a toda su ascendencia y descendencia.
"Gracioso, gracioso es que lo digas; ya que es soberbio creer el haber probado a toda esa población que generalizas". Dijo Federick mientras buscaba en su alacena.
"Calla, tú lo que eres es un hombre débil, sin la capacidad de sobresalir. Vé y comé carne, forma músculos en esos hombros, que los tienes flácidos como la flauta de... iiiiih". Vociferaba el loro, hasta que fue espantado con un rápido golpe que se desquitó con una de sus plumas.
"Eres un hombre, no te tiembla el pulso... Te respeto. Pero ahora vé al circo, Dr. Carlson". Dijo Federick emotivo, mientras señalaba la ventana abierta. En su ojo, una lágrima inexistente colgaba...
Con el abandono de Dr. Carlson de la escena, finalmente Federick volvió su atención a sus acciones anteriores. Sobre dos tazas decorada con dibujos de hilos, estaba a punto de rebosar su contenido verduzco.
Mientras llevaba las tazas sobre un recipiente plano, olió elolor que desprendía.
"Veo que te has esmerado... Huele bastante bien". Elogió Perla al observar las tazas que había dejado sobre la mesa en el jardín.
"Soy un chef, mamá". Respondió Federick con humor. Aunque no mentiría en que su hábito, conllevaba un gasto considerable.
"Sin duda; hornearas un mundo diferente". Comentó Perla con su humor ascendente.
"Para formar un té, debes esperar durante tres procesos: El primerizo, cuando está a punto de ebullir y finalmente, la ebullición... Yo no tengo el suficiente tiempo para esperar tres procesos, Madre". Dijo Federick mientras observaba el armonioso movimiento de las ramas y el despido de las ocasionales hojas.
"¿A qué te refieres, hijo mío?". Preguntó Perla con duda en sus expresiones, mientras bebía su té.
"A estas emociones que me asaltan en cada noche que intento conciliar el sueño; superando el plano físico, un llamado mayor. Por eso, te necesito". Dijo Federick expresamente comunicativo, sin desperdiciar saliva ni dudar.
Esto sorprendió a Perla, quién fue sometida a un recuerdo lejano; la conmemoración de la tradición ancestral, específicamente en los resultados de su hijo... La profecía de la Diosa.
"Aunque esto sea así, en el plano físico es dónde se comprenden los resultados... El cual es gobernado por cuestiones más allá del prestigio". Complementó Federick a su punto original.
A pesar de su ligera conmoción mental, Perla reflexionó rápidamente entre las palabras alusivas de su hijo.
"Acaso... ¿Quieres poder, hijo?". Dijo repentinamente Perla, con un llanto incompresible ahogado en su voz.
"Este mundo es cruel, y no quiero perecer en el polvo junto a otros nombres como el de Zedmmon... Lucha, lucha, una lucha constante sobre lo predispuesto; para lograrlo". Dijo Federick de manera decisiva, con sus puños cerrándose firmemente.
Perla observó a su hijo desde una altura mayor a la de él; desde el centro de su cabello, así como armoniosamente se disponían millones de hebras para caer suavemente en un eje gravitatorio. Más allá se encontraban sus facciones angelicales, las cuales expresaban coraje ante sus palabras.
"¿Es en verdad lo que deseas?". Preguntó Perla, quién sostenía firmemente su taza entre sus manos, a pesar de que está la quemará.
"No es mí deseo, es el deseo generalizado; el grito ahogado de todos los seres vivos". Federick expresó elocuente. Incluso él elogiaria si observara tales habilidades políticas si provendrian de otro.
Ante estás palabras, Perla recordó las incoherentes oraciones provenientes de Amagatzu, su esposo y padre de Federick.
"¿También quieres un dragón?". Preguntó Perla con una sonrisa.
"No, un caballo". Respondió Federick con una expresión estoica.
...
[¡Señor, es usted todo un genio! Incluso sin la necesidad de requerir en mí, has sido de desantrañar tu futuro próximo... ¡Si hubieras realmente calculado con los dedos, hubiera sido un 2x1!]
'Recuerda que esto es un xianxia, lamentablemente; las herencias no pueden faltar, ¡son un tabú!'. Pensó Federick, dirigiéndose a su sistema.
[Pero lamentablemente aún no puede predecir, por ejemplo, su muerte... Así que aún necesitas requerir a mí]
'Puedo refutar eso... ¿Quieres participar en una apuesta? El perdedor debe silenciarse'. Federick le comunicó mentalmente, con una sonrisa pícara.
[...]
'Hoy, de grandes alturas; y si ahora subiera a ese edificio y me tirará. Cumplido'. Le comunicó Federick astutamente, sin fallas en su lógica.
[Pero eso es una paradoj...]
'Haz silencio, perdedor. Ahí viene Daniel, quién es telepático'. Interrumpió rápidamente Federick, mientras observaba a su compañero "Daniel".
"Fe-fe-fe... Marica, ¿cómo estás?". Dijo Daniel mientras se acercaba con una gran sonrisa.
"¡Conseguí los malditos dólares, perra!". Respondió Federick emocionalmente, mientras estrechan manos.
"¿Dólares?... ¡Dólares verídicos! Pequeño hijo de puta, ¡¿cómo lo has hecho?!". Vociferó Daniel conmocionado.
"La jubilación de la abuela". Resumió Federick con una sonrisa orgullosa.
"Ahora vayamos a por cariñosas que se comparen a tu madre". Complementó Federick.
"O a la tuya". Acompañó Daniel.
Así, dos leales compañeros recorrieron la ciudad atheniense, expectantes a la acción. Pero para su agria expresión, se enteraron que no existía el término "cariñosa" en las extensas calles de piedra.
"Es imposible". Expresó Daniel con la expresión desolado; el cual no era a causa del sol...
"Oye, oye... dime qué estás viendo lo mismo que yo". Dijo Federick repentinamente, recobrando su color.
"No estaras hablando de él, ¿verdad?". Dijo Daniel con una expresión subjetiva.
"¿No conoces el rubro de los pistoleros de en serio?". Expresó Federick con el rostro decidido.
"Err diablo; en tiempos de sequía..." Finalizó Daniel.
Así, dos compañeros protagonizaron la caminata más psicópata, criminalística y terrorista registrada, superando a la de los "The Beatles".