Una hermosa primavera se avecinaba, marcando el fin del frío invierno y el inicio de un nuevo año. El fresco aire mañanero del 2015 susurraba al oído de los recién graduados de la escuela cuál sería su nuevo martirio.
A pesar de ser temprano en la mañana, las calles llenas de estudiantes y asalariados apurados por llegar a su destino era una escena nostálgica a la vez que agotadora para un pequeño muchacho de cabello rizo castaño bastante claro, a quién no le bastaba el abrigo blanco que llevaba para cubrirse de la fría brisa.
Un nuevo año ya había comenzado, la mente del joven se encontraba como si estuviera de pie en frente de olas venideras, fuertes y gigantescas. Buscaba su ID en los bolsillos de su pantalón negro cuando por poco se choca con un chico con la mirada ida hacia la entrada de la universidad S.G, una de las mejores de la gran ciudad.
Ambos se espantaron, el pequeño recuperó el balance, se disculpó y siguió su camino, pero algo le resultó extraño.
Al voltearse notó que el otro joven permaneció observando la entrada del lugar, como si estuviera hipnotizado.
Decidió devolverse.
"Quizás esté perdido" pensó, recordando sus primeros días en ese amplio lugar.
—¿Nuevo por aquí?— preguntó el castaño al acercarse.
—Si, primera vez que vengo— respondió un tanto distraído el varado. Unos segundos más tarde, su mente le recordó que alguien le había hablado por lo que miró al contrario.
"No parece universitario, es bajito y su rostro es aniñado, típico de los de preparatoria" analizó luego de varios segundos, según él si el de castaño resultaba ser familiar de un profesor o estudiante, podrían guiarle a recepción.
—¿Vienes a ver a alguien?— cuestionó como si le hablara a un niño, agachándose ligeramente.
Al escucharlo, "el de preparatoria" le miró extrañado alzando una ceja —¿Por qué lo dices?— la pregunta ajena no era tan fuera de lugar, pero por alguna razón comenzó a irritarlo. Mientras cuestionaba al recién llegado, notó lo alto que era. Su piel, de un tono muy claro y su negro cabello largo con mechones azules amarrado en un comideja llamaron más su atención.
El sueter de cuello negro le quedaba bastante bien.
—Iniciaré mi segundo año aquí en gastronomía— respondió luego de un corto bostezo, disimulando el hecho de que se le quedó mirando.
Al momento que el castaño le habló, el contrario abrió con sorpresa sus ojos negros.
—¿Tan pequeño? ¿Eres uno de esos superdotados?— al interrogarlo, el más alto se acercó de repente. Al colocarse al lado del castaño, confirmó sus sospechas: La cabeza del pequeño le llegaba a los hombros.
—¿Qué rayos balbuceas? Cumpliré 20 este año— declaró molesto, alejándose unos pasos de el nuevo.
—¿En serio? Perdón, perdón— se excusó con prisa a la vez que sonreía —Yo tengo 18, me llamo Daehyun.
—Entiendo, Daehyun. Te recomiendo para la próxima cuidar tu lengua, no todos aquí son personas cuerdas— se le notaba irritado, aunque a pesar de, su advertencia fue acompañada con una funda pequeña de maní que tenía en los bolsillos, la lanzó al aire para luego irse.
Daehyun la atrapó al momento, quiso agradecer al castaño, sin embargo ya este estaba dándole la espalda, caminando rápidamente hacia adelante.
—No tengo energías para un tonto más— se quejó en voz baja a la vez que arreglaba su cabello alborotado, junto con un bostezo más.
Las horas pasaron con gracia, la última clase antes del almuerzo le faltaba poco para terminar.
—Estudien la fórmula de los ejercicios, en la próxima clase habrá práctica— anunció animado el profesor desde el podium de madera —Sin más qué decir, vayan directo a comer. ¡No acepto preguntas!— añadió con una pizca de amenaza y una breve sonrisa, desapareciendo tras la puerta.
Daehyun estaba hambriento, a pesar de sólo tomar 3 clases ese ambiente tan agitado lo cansaba más de lo que se imaginó.
Tomaba su mochila gris y recogía sus cosas del escritorio cuando una voz masculina lo espantó.
—¡Ojitos claros!— gritaron alegremente desde atrás.
Daehyun por reflejo miró a la persona que hacía el escándalo.
Era un chico de abrigo color mostaza y tez morena, acompañado de otro muchacho con lentes y camisa a rayas, tintado a la mitad de rubio.
—Soy Ahn, A-H-N. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?— esa voz irritada sí le resultaba conocida, a unos cuantos asientos estaba el chico castaño de antes, al lado de otro tipo calvo un tanto tenebroso.
—Con que su nombre era Ahn— susurró Daehyun para sí mismo.
—Vayamos a comer juntos— el bulloso ignoró completamente a Ahn, y con entusiasmo empujó al grupo hasta la salida.
—¡Disculpen!, ¡Ahn!— llamó Daehyun, en vano pues no lo escucharon. Con prisa cerró su mochila y siguió a los demás.
Al salir del aula ya los había perdido de vista, y al no saber el camino hacia la cafetería demoró en encontrarla. Cuando llegó, la cantidad de personas allí era sorprendente para él. Corrió para entrar a la fila, si duraba un poco más quién sabe si quedaría comida.
—Dante… ¡No puedes tomar toda la carne!— otra vez era Ahn, unos lugares adelante.
Luego de eso se escuchó una risa escandalosa, venía del tipo calvo de camisa negra.
—Te ríes porque no saldrá de tu bolsillo, imbécil.
Minutos después, los cuatro estaban sentados en una de las tantas mesas del lugar, el del comideja no se quedó atrás.
—¿Puedo sentarme?— preguntó Daehyun, sentándose al lado de Dante, frente a Ahn.
—No veo que estés parado— aclaró el calvo con cierta queja, sus ojos profundos con delineador y sus uñas pintadas de negro le daban mala espina.
—Oh, ¿Daehyun?— Ahn por fin notó su presencia, con la boca llena de comida sonrió un momento y volvió su atención a su comida.
—Ah, ¿lo conoces?— el calvo cambió su semblante a uno relajado, brindándole un poco de su ensalada.
—Nos vimos en la entrada— comentó Daehyun con soltura y tomando lo que se le ofrecía.
—Perdona lo brusco, soy Milo, el que se atraganta con carne es Dante, el callado rubio es Yoshio. Creo que ya lo sabes pero el enano a mi lado es Ahn— a la vez que los mencionaba, iba señalandolos con la cuchara que tenía en mano.
Los chicos se quedaron conversando, de un momento a otro Dante y Daehyun sincronizaron su pésimo humor y comenzaron a soltar chistes absurdamente malos.
—¿Por qué la gallina? — preguntó Dante a Milo, sonriendo de oreja a oreja.
—¿Cruzó la calle?— completó Daehyun, uniéndose al primero.
—Oh, por favor, no hag-— Milo intentó detenerlos antes de que sus oídos sangraran, no obstante fue demasiado tarde.
Daehyun dio con su nudillo un pequeño golpe a la mesa —¡Para llegar al otro lado!— dijeron ambos al mismo tiempo para después reírse a carcajadas.
Un frío lleno de vergüenza surcó la espalda de Milo y Yoshio.
Ahn no fue afectado por tremenda ola, pues su concentración a degustar lo que tenía enfrente era admirable.
—No los conozco— declaró Yoshio tomando su bandeja y alejándose de Dante —¿Tú los conoces, Milo?
El nombrado negó con la cabeza, a pesar de que esos babosos lo cansaban no bien conocerlos, no puede negar que el día era menos aburrido con ellos cerca.
—No sé ustedes, yo ya terminé— anunció Milo adelantándose a los demás, caminando entre las mesas para devolver la bandeja.
De la nada, un joven de cabello blanco con mechones morados se chocó con Milo. Sin fijarse quién era, Milo rodeó con su brazo la cintura contraria, evitando que cayera al suelo, aunque la bandeja no tuvo la misma suerte, haciendo un escándalo al caer y de paso llamar la atención de todos.
Milo quedó frente a frente con el peliblanco —Lo sien…— sus miradas se encontraron, un instante fue suficiente para Milo reconocer ese rostro tan pálido, no pudo evitar fruncir el ceño de inmediato —¿Tao?