El silbido del viento arrastra consigo el aroma del incienso a través de los rayos del sol que atraviesan la delgada tela de las cortinas. Es el mismo viento que golpea las cortinas y estas se sacuden en un movimiento ondulante casi como el de un pendulo.
La brisa es fresca como el viento de un abanico.
Dentro de la habitación donde aquel incienso parece desprenderse de sus últimas fuerzas convirtiéndose en ascuas, se encuentra sentado delante de un altar, un chico adolescente.
Dicho altar es un «Butsudan». Este tipo de plataforma o capilla se utiliza para contener y proteger símbolos budistas que se encuentran en templos u hogares. En otros casos se utiliza como un altar de respeto para aquellos que se han ido.
Es un pequeño armario decorado con pequeños candeleros, quema inciensos, campanas, y plataformas para colocar ofrendas.
En medio se ubicará la foto de aquellos que ya no se encuentran en este mundo.
Viniendo a ser este caso, hay dos fotos. Una foto que se ha colocado recién siendo la de un hombre de cabello oscuro alargado por detrás de su espalda amarrado en una coleta. Posee una gran sonrisa y un enorme rostro lleno de cicatrices que no parece contrastar en lo absoluto con el delgado y fino rostro de la segunda foto.
Una mujer.
Una piel tan pálida pero tersa que parece una delgada capa de tela de la mas alta calidad que existe. Su cabello es corto y con toques canosos a pesar de que aparenta tener solamente 30 años en esa foto.
Esta mujer tiene rasgos japoneses no como el del hombre de al lado quien parece provenir de una etnia totalmente diferente.
Ambos con un color de ojos cafés. Esta pareja se encuentra siendo un punto de respeto de aquel chico sentado sobre sus piernas cabizbajo.
Una vez más, el incienso brota el hedor antes de apagarse sobre el platón de metal. Es en ese momento ambas palmas se separan una de la otra y su rostro se levanta, al mismo tiempo sus ojos se abren y un precioso matiz grisáceo brilla con la enternecedora luz del sol que se adentra en la habitación.
Se logra vislumbrar las pequeñas partículas de polvo flotando alrededor de su rostro tan pálido como el de la mujer, pero tan seco como el del hombre.
Este chico no pasa de los 16 años de edad. Su cabello corto que apenas se le resalta unos centímetros por encima de su cráneo porta un color obscuro. Sus ojos son grandes como el del hombre y su nariz delgada pero firme. Sus labios son algo pequeños pero lo suficientemente gordos para que sean notados.
Sus pómulos están algo hundidos pues el chico a pesar de estar algo fornido, su rostro da la impresión de no comer lo suficiente, aun así, sus brazos eran lo suficientemente fuertes como para levantar un sofá entero.
Al llegar el momento final de la muestra de respeto percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un ave estaba de pie en el pequeño marco de la ventana. Durante un segundo, el chico no se dio cuenta de que lo había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Si había una pequeña ave marrón en el borde del marco.
El azabache parpadeo y contemplo el ave. Esta parecía haberle regresado la mirada. Esto le pareció cuanto menos curioso al joven quien se puso de pie por mero instinto.
Un vago error pues esto provoco que el ave extendiera sus alas y comenzara a volar lejos de la ventana.
Con su mano extendida hacia delante y aun vivas las intensiones claras de querer alcanzar el ave, el oji grisáceo se quedó con las ganas.
*Sigh*
Despues de un leve suspiro utilizo sus manos de modo que sirvieron de apoyo para ponerse de pie sobre aquel suelo de tatami color verde.
Sus calcetines oscuros que pasaban por debajo de su pantalón oscuro se encontraban con las delgadas puntas sobresalientes del suelo causando algo de estática.
Nero, ese era su nombre, uno que le dio su madre. Nero meneo la cabeza y alejo el ave de sus pensamientos.
Con gentileza y cuidado retiro el platillo donde el incienso yacía en ascuas. Con su otra mano libre empujo las cortinas blancas de la ventana y coloco el platillo al borde dejando que el viento hiciera el demás trabajo.
Regreso una vez hecho esto hacia el altar y agacho su cabeza hacia delante uniendo sus palmas una vez más.
―Es hora ―Con una voz casi átona el chico se despide de aquella pareja―. Mamá, Papá.
Su rostro se levanta de vuelta y gira hacia su derecha sacudiendo su camisa de cuadros color oscura como el resto de sus prendas.
Dejando atrás el altar, la brisa del viento empuja una vez mas la ultima pizca de hedor que quedaba en el fuego casi muerto del incienso.
*Clac*
Una puerta se cierra dentro de aquella habitación de no más de dos metros de ancho y cinco de largo.
Tras la puerta se observa la sombra que se estira a lo largo de un pasillo con un suelo de madera. Esta misma sombra se convierte en una silueta que va de lado a lado. Nuevamente el sonido de puertas cerrándose y una vez más, aquella camisa desabotonada se sacude permitiendo ver la camiseta oscura de Nero.
Sobre el suelo de madera rechinan las suelas de unos tenis y de un momento a otro, el ultimo sonido de aquel lugar es el de un seguro siendo puesto tras una puerta cerrándose.
Sin embargo, al fondo del pasillo una puerta queda entre abierta y tras la luz que se adentra por la apertura, el sonido de un televisor comienza a inundar el silencio.
Eran las noticias.
»Las disputas han sido disueltas. Durante las ultimas horas uno de nuestros embajadores entablo una platica muy intima con el dirigente de la asociación de protección civil. Sin embargo, han aclarado que los diversos problemas causados por la última manifestación en el plano 192, provoco que varios de los reclusos escaparan. Se dice que han sido vistos en los planos 45 y 56. Si la información resulta ser verídica, entonces puede que algunos de los planos consecuentes a estos resulten afectados. Dado el hecho de que, si es verdad, el haber avanzado mas de cien planos en tan solo dos días puede ser resultado de la intervención de algún Jiyū y, por ende, puede que algunos miembros de la D.S.C tengan que inmiscuirse. Por encima de esto no tenemos más información. Simplemente pedimos que todos aquellos que formen parte de los planos 40 al 70 tengan cuidado. Esten pendientes de cualquier aspecto extraño en su día a día y no olviden, la libertad es algo que tiene que ser igual para todos.
Aquella mujer en el televisor sonrío de manera calificativa mientras poco a poco la señal se veía algo interrumpida, como si hubiera una especie de interferencia.
Esta interferencia resonó con fuerza a través de las bocinas en el televisor vibrando a una frecuencia extraña. Una frecuencia que parecía amontonarse como pequeños zumbidos consecuentes.
Poco a poco este sonido se hizo abrumador y con ello la intensidad del brillo en las líneas de interferencia destellaron con tal fuerza que parecían rayos del sol, tales rayos como los que llovían sobre la mirada de Nero.
Era una cascada solar la cual lo encandilo. Y cuando finalmente abrió sus ojos parecía que sus sentidos se armonizaban junto a su vista.
Delante de él el gran pasillo se extendía hacia los lados y al frente suya estaba un barandal metálico con luces que viajan en horizontal por todo el séptimo piso.
Poco a poco bajo su brazo derecho permitiendo que sus pupilas se dilataran adaptándose a la luz solar del amanecer.
[Es verdad…]
Delante de aquel azabache descendían un cumulo de brillos mezclados con los cristales que se sacudían de lado a lado como el tendedero de un puesto de comida callejero.
Decenas de edificios metálicos mezclados con cristales coloridos y luces de neón que brillan a plena luz de día.
A lo largo del pasillo séptimo piso se logra vislumbrar a través de la delgada neblina que viaja por las ventilaciones del suelo como personas se encuentran saliendo de sus departamentos.
[No me he presentado formalmente, ¿Cierto? Mi nombre, Nero Villin.]
El joven ha de regresar su mirada al frente al mismo tiempo que una alarma resuena a lo lejos y disparos parecen comenzar a llamar la atención de las personas a su alrededor.
¿Qué era aquello delante de sus ojos? Una mándala de colores que brilla y viaja como una neblina parecida a la que se encuentra en sus pies.
Sus pupilas se expanden y la luz del día se mezcla en un arremolinado sentimiento que nace en su pecho. Era frio, no. Era, ¿Calor? Era más… un vacío.
[Vivo actualmente en la gran nación de la unión, justamente en el plano 57. Mi hogar es una pequeña habitación de un departamento viejo y descuidado mal ubicado en lo más recóndito del plano.]
Las nubes parecen tan distantes. El hermoso brillo del cielo azul contrasta con las incandescentes alas de aquella ave que aletea tan cerca, pero tan lejos del sol.
[Es un 12 de abril del año 2412 y hoy…]
Esa sensación en su pecho provocaba que esos colores deslumbrantes se adentraran en el hueco dentro de su corazón y diera la impresión que su alma estuviera en vuelta en una mándala de colores destellantes que se mueven como la marea de un rio que se desemboca sobre el bosque.
[Hoy es…]
El se separa del barandal y comienza a caminar por lo largo de todo ese pasillo dejando atrás su departamento el cual sobre la puerta de entrada tiene un citado: «Villanos».
Las personas sobre el pasillo miran la espalda de aquel chico con repugnancia mientras esta corta esquina y encuentra unas viejas escaleras llenas de líquidos. Desde alcohol hasta aceite, agua y otros tipos de cosas manchando el suelo como un sucio vertedero.
En la cabeza de Nero resuenan las sirenas, los disparos, el aleteo… todo se mezcla en una melodía que abruma sus sentidos, pero, aun así, el sigue descendiendo por aquellas escaleras adentrándose más y más en la oscuridad.
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[Mi cumpleaños.]
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Bajo la tutela de la oscuridad de aquellas escaleras desaparece todo el sonido y su corazón se apaga entre la bruma del silencio.
[Y también el día en que me quede solo…]
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