La brisa mañanera, llenaba de calidez y confort, las costas del Mar Mediterráneo era una día tranquilo como cualquier otro. La gente de los puertos se apresuraba para poder abrir sus negocios y recibir mercancía fresca. Todo indicaba tranquilidad y un buen clima para navegar, pero como en todo en la vida al ver la imagen grande jamás notas los pequeños detalles que la conforman. Aquellos pequeños y desagradables detalles imperfectos en una imagen tan perfecta.
Jamás notas aquel banco roto que lleva años enfrente de tu taberna favorita o la pata chueca del puesto de pescado en la esquina que hace que el hielo se derrita más rápido o aquel par de bragas colgando en la segunda ventana del segundo piso de la casa de Doña Carmen los cuales se ocupan como cortina para ese ventanal viejo. Cuando ves la imagen grande solo ves un puerto tranquilo lleno de alegría y calidez. Así mismo pasa en un lugar no muy lejano de estas costas con un pequeño barco que a simple vista se ve tranquilo navegando sin molestar a nadie, pequeño pero lleno de muchos secretos en un mundo gigantesco listo para ser explorado.
El mar bamboleaba de forma arrolladora aquel barco desvencijado cuyo color palidecía ante el brillante y basto mar. Los tripulantes desfallecidos en sus hamacas descansaban, pero su cansancio no era por su arduo trabajo sino todo lo contrario, su capitán un hombre con poco honor y bastante despreocupación, los había incitado a beber hasta desvanecer. Pero este no era el caso para toda alma que tripulaba aquella nave aún existían aquellos con poco honor o al menos algo de sensatez.
La mañana había sido difícil. Este día había comenzado más temprano de lo usual, durante la noche había tenido muchas pesadillas y al notar que le era imposible conciliar el descanso de Morfeo, la pequeña Ellia había comenzado con sus labores desde temprano, pero ahora, a medio día empezaba a divagar entre sus pensamiento a un punto de casi sueño. Los movimientos finos de la nave la cuál tripulaba, la arrullaba gradualmente, permitiendo que su mente poco a poco entrará a un mundo perfecto, afluyendo de gota en gota a esa imagen perfecta.
La briza fría de mar mediterráneo golpeo bruscamente su cara alejándola de sus pensamientos de paz y regresándola a la realidad, la cual no era nada parecido a esa imagen perfecta sino era un cuadro roto y guarro.
Ellia tallo su pequeña cara redonda, llena de pecas son sus callosas manos untando está misma con el agua fría que la acababa de avivar. Para después hacer un intento poco exitoso, de secarse con la manga de la camisa roída, que traía puesta y aunque en vano se sintió mejor por el intento y un poco más despierta.
Aún que humilde su origen y de poca vanidad, algo muy dentro de ella agradeció no tener un espejo a la mano pues notaria lo sucia y llena de cochambre que estaba. El cuál le otorgaba de un tono amarillento y enfermizo, a pesar de que su tez era blanca como una perla. Con tanta suciedad apenas se podía distinguir su tono natural de piel pero eso no importaba en este cuadro fracturado su imagen o su persona en realidad no importaban.
Tenía una misión en la vida y ese era sobrevivir pero para poder cumplir con esto debía hacer un excelente trabajo y este no importaría si estaba limpia o sucia, arreglada o no, se tenia que hacer o sino fracasaría y como resultado sufriría las fuertes consecuencia a manos de su capitán.