La estela de humo navegó el espacio cerrado, elevándose hasta desaparecer.
«La Sala Libertina» bautizada así la ocasión que Hannila se adueñó del inútil aposento que el abuelo descuidó al mudarse.
Le bastaron unas exageradas quejas, falsas promesas de estudio y hacerse la víctima, para conseguirse una estancia privada.
La única recámara lo bastante lejana, para hacer tanto escándalo tuviera ganas de armar y no verse interrumpida.
—Mis comadres, me prometieron maravillas más allá de lo que pudiera imaginarme. Bulos, embustes, mentiras. Eso miré hoy.
—Es una postura apresurada la tuya, y espero no afectarte si lo digo —intervinó Winfaome a palabras sinceras y la boca embarrada de manteca dulce.
—¿A quién crees que le hablas Winf? Apreció en demasia la sinceridad, no aguanto el trató de mujeres lambisconas.
La rubia aspiró la pipa fabricada con cerámica. Hedía el olor a salvia, cáñamo, frambuesa, sabina. Estiró las piernas recostada, ocupando el sofá completo.
—De que alcoba tan colosal presumes. ¿Toda es para ti? —terció Nodya.
—Lo es. La gané utilizando todas mis armas de persuasión.
—Es excelsa —opinó la pálida, la magdalena en su mano todavía estaba intacta.
Un lugar que representaba las impúdicas conductas de Hannila, fáciles de sospechar fijándose al servicio. Servidoras de exquisita sensualidad, cuyos delgados vestidos permitían entrever los pezones, un hecho que causaría la locura de los hombres, si estuvieran aquí.
Pero a la vista de Winfaome y Nodya, eran meras empleadas despampanantes, vestidas un tanto revelador.
La rubia compartió la pipa con aquella pelirroja de labios carnosos, que tenía pegada cual lascivas amantes.
—Equivocaste el rumbo. A donde fuiste no era, amada mía.
—¿Me tienes noticias, Logsa? —averiguó Hannila intrigada.
—Así como lo preguntas. No es el comedero donde debiste ir, es al jolgorio que hacen luego que acaban de tragar.
—¿Se pelean?
—«Nino»... ni sí ni no, discúlpenme la jerga.
—Mal haces, a mis nuevas comadres les sobra sencillez —dijo la rubia, que sonrió coqueta y beso la mejilla de Logsa—. Habla como quieras, linda.
—Lo repito. Después de la comida, van a una sala grande y se muelen bien bonito. Pero aparte, están las lecciones de tu tía Izol... si te contará que cosas he visto, de puro acordarme.
La pelirroja dijo todo en una sonrisa extasiada de emoción. Ninguna oso decir que pensaba y olvidará darle seguimiento.
—Hay una que esta chafada, Miki le dicen. Y están otras; Ichika, Yuu, Sora. Pero a la tal Miki yo oí como Izol, clarillo le ordenó no andar nunca usando los dotes esos que tienen.
—¿Clarillo?
—Quiere decir "claro" —explicó Hannila a Winfaome—. Gracias Logsa, ya tengo un par de labores. Pero cuéntame más de esa Miki, ¿Es bella? ¿Poderosa?
Logsa valoró la pregunta, no por creer que la mencionada estuviese fea, al contrario. La muchacha trajo devuelta un recuerdo desagradable, respeto a Miki, algo que únicamente ella descubrió.
Lo ignoró y mejor respondió.
—Debiste darte cuenta que a las que conociste se ven parecidas. Si crees que ellas están bellas, esa Miki también, solo que esta jaspeada de los mofletes.
—¿Pecas? Buenos sean los santos, eso a mi gusto es un atractivo especial.
—Y da... miedo —confesó la pelirroja, enseñó las manos temblorosas, después curvo una honesta sonrisa excitada—. Tienes que verla.
—¿Es más fuerte que yo?
Al unísono Hannila y sus comadres, miraron la puerta.
Adreti Guesclin se reveló tan pronto escabullirse, aún agarraba el pomo, toda altiva.
—¡Didi! —exclamó la rubia, pretendió estar resentida e hizo pucheros—. Te busque medio día, media tarde, y ni tus cetejas. Sabrás tú cuanto quería verte.
—Ruego me perdones. No voy a excusarme o darte sucios engaños. Perdí el día haciendo nada.
La Guesclin desfiló aprisa, llenó el asiento vacío entre medio de Winf y Nodya.
—Aún no tengo la dicha de saberme sus nombres. Mejor, hagamos una desvelada.
—Gran plan —concedió la rubia—. Pasar la noche, compartir almohadas, es mejor que las rigurosas presentaciones.
—Y así nos surtimos de anécdotas y mitotes.
—Cómo que Luk se compromete con mi hermana.
Adreti vociferó una fea groseria.
—¡Sácate al cerote! ¿De donde? ¿Cuando?
—Zsolin me lo dijo temprano, anunciarán la buena nueva a su debido tiempo.
—¡¿Donde quedó yo?! Tengo un «soplafundillos» por hermano, el sol le quemó la poca cabeza que tiene y se olvida decirnos cosas de tanta importancia.
Hannila pataleó de tanta carcajada.
—Nos sobra noche Didi, pongámonos al día.
—Todo menos hablar de hermanos —dijo Nodya, la idea dejo en claro, le daba pereza—. El mío es un dañado.
—Yo solo tengo hermanas —terció Winfaome y se zampó la quinta magdalena.
Dicho y hecho, las de noble linaje trasnocharon; jugaron cartas, hablaron de temas íntimos, Hannila mando traer banda que tocó movidas melodías.
Adreti enseñó singulares pasos de danza, los músicos observaron embelesados a breves intervalos.
...
Creyó que posponer la visita impondría mejor comparecencia, una excusa irrisoria. Nibbi necesitaba visitarla, confío elegir con certeza el exacto punto, que los miedos fueran insoportables, puesto que la asesina ignoraba el asunto de su condena pospuesta.
Unas bandada de cuervos reposaban la copa del árbol gris y reseco, un segundo método método de ejecución, que yacía cerca. Los ahorcados y decapitados morían juntos, la distinción no tenía caso.
—La matona mayor viene a verme —espetó la muchacha, presa del cepo, herida y enojada.
La mayor lamentó fallar, a esa chiquilla le sobraban fuerzas. Estar deshidratada, al merced de la intemperie, no debilitó sus rencores.
—Soy Nibbi Lieta Guesclin.
—Ya se, tú... mataste a mi hermano mayor.
Acto seguido, Nibbi retrucó.
—El tuyo degolló al mío. Serví al antiguo dicho contado desde la creación, cobré sangre con sangre.
La falta de arrepentimientos en sus palabras, denotaron una inmensa frialdad y el dejar a la prisionera callada, no impidió que declarará su amenaza.
—¿Tienes seres queridos?
—Anda y pudrete... mujer nacida de la inmundicia, serás arrimada y hedionda... ¡ramera! ¡ramera!
—Espero que si —dijo la mayor sin prestar atención —. Habría perdonado tu desfachatez si hubiera sido en contra mía, eras una niña, merecías ser libre de toda culpa. Pero alzaste un arma, a la más pequeña de mi familia, mi amada hermana.
—¡Que los santos te vuelvan-
—¡Silencio!
Las aves emprendieron el vuelo, asustadas por las voces.
—Silencio, imberbe y desvalida muchacha. De mi compasión ya no queda nada. Traeré las cabezas de tus amados como mi segundo pago.
Y lo que Nibbi Guesclin jura, se da por hecho.
...
—¿Y Seita-kun? ¿Cómo está?
—No sabría decir si esta bien o mal —murmuró Yasu.
Aimi hizo un gesto de comprensión consternada. Emoción que compartió el muchacho.
Seita cumplió tres días encerrado. Dado su ataque de ansiedad, la insistencia a visitarlo solamente le sonsacaba el mismo discurso deprimente y paranoico.
—Pero... esto, se que no se trata de mi, aún así me hace sentir rara. Parece que yo lo supere rápido.
—Es porque su cofrade es endeble —prorrumpió otra persona.
Yasu miró por encima del hombro y distinguió la identidad de quién caminaba tras ellos, Nodya Inscka.
—¿Qué quieres decir? —inquirió Yasu, con poco lugar para comentarios jocosos.
—Lo dicho, no todos poseen el coraje para encarar las vicisitudes de la vida —declaró Nodya en voz queda y una sonrisa cruel asomó de sus labios sonrosados.
Yasu relajó su temperamento, suspirando como un anciano.
—¿Y nos seguiste solo para decir cosas crueles? Eso es muy maleducado.
—Preguntas mucho —comentó la pálida y torció la boca—. Me dispongo a verme con mis comadres, hoy habrá una afrenta.
—¿Afrenta? No peleamos en serio, solo practicamos —terció Aimi tras permanecer callada al principio.
Nodya continuó el paso exacto de veinte centímetros atrás, sincronizado al de ellos, ni siquiera hacia ruido.
—¿No lo sabían?
—Ahora eres tú quién hace preguntas —retrucó Yasu, llegaron a la sala de entrenamientos, aún sin respuesta alguna.
Y allí, ante todos, estaba la respuesta. Era evidente que veían el preludio de un duelo.
Izol tenía la misma expresión confusa del resto. Por lo que Yasu dedujo, los tres individuos pactaron la pelea en privado; Christian, Luk Guesclin y uno que no supo quién es.
—Bueno mis compas, ¿ya empezamos o no? —preguntó Christian desafiante y desenvaino un lustroso machete.
«¿Qué demonios sucede» pensó Yasu.