"Maldita sea, James, no puedes seguir así. Llegaste tarde, borracho y armando escándalos. ¿Qué demonios te pasa?" gritó un hombre de estatura media y regordete.
"Fue el maldito tráfico, señor. No es mi culpa que esos malditos animales no sepan conducir. Manejan como abuelas", respondió James.
"Tienes el descaro de culpar a los demás por esto. Estoy harto de ti, James, de tus malditas excusas y de esa actitud podrida que tienes. Vete a casa a reflexionar. De hecho, ni te molestes en volver, no necesitamos a un inútil como tú aquí", respondió el jefe mientras empujaba a James fuera de la puerta de su local.
"No me jodas, jefe. ¿Cómo mierda voy a explicar que perdí este empleo? Ya le dije que no fue mi culpa", respondió James agitando los brazos e intentando entrar.
El jefe, harto de la actitud, simplemente empujó a James y le gritó: "¡Es tu maldita responsabilidad!" y cerró la puerta de un portazo en su cara.
El humor de James no era bueno para empezar, pero al ser despedido de otro trabajo este mes, sintió una ira que lo desbordaba. No entendía por qué todos le tenían manía.
"Debe haber sido esa puta de Ava. Si se anda meneando y exhibiendo su escote, ¿por qué demonios luego se queja si la miran?" pensaba en su cabeza mientras caminaba sin rumbo con las manos en los bolsillos.
La vida de James iba de mal en peor. Cuando comenzó a recordar por qué llegó tarde en primer lugar, sintió una tremenda sensación de impotencia y se dirigió al bar de mala muerte que solía frecuentar.
Mientras caminaba hacia el lugar, comenzó a revisar sus bolsillos y solo encontró su cartera vacía. No tenía un puto dólar en los bolsillos y, para colmo, había un pequeño papel arrugado en ellos.
Sacó el papel para leerlo nuevamente.
Una maldita orden judicial. Emma lo había demandado nuevamente. "¿Qué querrá esta maldita mujer ahora? ¿Esperará que suba la pensión alimenticia? Ni siquiera puedo pagar lo que debo ahora y pretende asfixiarme más". El humor de James se volvía más y más oscuro. Lentamente, empezó a apretar los puños y la mandíbula.
Botó el papel junto a un basurero y se dirigió a un callejón. No tenía dinero para beber, así que debía buscarlo.
Unas semanas atrás, había asaltado a una prostituta y aprendió por las malas que no debía hacerlo de nuevo, después de que casi lo mataran a golpes. Se salvó por los pelos, pero sabía que la próxima vez no la contaría. Finalmente, su decadencia lo había llevado a perder todo su orgullo, y comenzó a pedir dinero en la calle.
James pasaba los días pidiendo limosna, ya que había sido desalojado. Había perdido su coche y toda posibilidad de moverse. Sinceramente, había tocado fondo. Aunque quizás, había tocado fondo hace mucho tiempo.
El día de la cita llegó y un andrajoso Lucius se presentó en la corte, medio borracho.
La mayor parte de la corte pasó sin que James siquiera se enterara de lo que sucedía. Eventualmente respondía que sí, pero solo pensaba en cómo conseguir dinero para el alcohol de esa noche.
"Entonces, ¿no voy a ir a la cárcel?", le preguntó a su abogado cuando todo había terminado.
El abogado lo miró con un poco de desdén y respondió: "No, señor James. El acuerdo que firmó lo exime de las responsabilidades, así que ya no podrá ir a la cárcel por eso".
"Bien", respondió James, notando la actitud del abogado. Irritado, metió las manos en los bolsillos y se dirigió hacia la puerta. A medio camino, notó a dos mujeres esperando.
"Emma", susurró.
Ella vestía una elegante blusa blanca y una falda negra. Su cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros. A su lado, se encontraba una niña pequeña de unos 5 años. Ambas tenían la misma cara ovalada y ojos castaños. Sin embargo, la niña tenía una nariz más suave y respingada, una nariz más parecida a la de James.
En el otro extremo, la niña pareció escuchar el susurro del nombre de su madre y, al levantar la vista, vio a alguien que le aterraba. Inmediatamente corrió a resguardarse detrás de su madre.
Cuando James vio esto, se enfureció inmediatamente. Pagaba una gran cantidad por esa niña todos los meses, pero siempre lo miraba como a un monstruo.
James comenzó a acercarse hacia las mujeres cuando otro hombre se interpuso en su camino.
"¿Qué es lo que quieres, cretino?", dijo James retrocediendo un paso por la repentina aparición.
"James, no es necesario ponerse hostil. Simplemente déjalas en paz, ya les has hecho suficiente daño", le respondió el hombre alto tratando de mantener su voz lo más calmada posible.
"Daño, ellas son las que me han dañado a mí, abandonándome después de todo lo que he hecho por ellas", decía James mientras levantaba la voz.
Al hombre evidentemente le sacaba de sus casillas la actitud de James. Sin embargo, cuando estaba a punto de avanzar para poner a James en su lugar, sintió una mano que le sostenía el brazo.
"Cariño, no es necesario. Simplemente volvamos a casa. Ya no volveremos a tener más problemas con James", dijo mientras lanzaba una mirada áspera hacia James.
Hacía años que ella lo miraba solo de esta forma, reprochándolo. Realmente le molestaba esa mirada acusadora, sabía que lo cuestionaba y esto le hacía sentir culpable por alguna razón.
"¡Bah!", dijo James con una mueca y luego se dio media vuelta para retirarse sin volver a mirar atrás.
Si no lo querían ver, él no las quería ver a ellas. De todas formas, fueron ellas las que lo demandaron y lo hicieron venir hasta aquí.
James caminó hacia donde solía quedarse algunas veces. Su abuelo ocasionalmente le daba un espacio en la cochera cuando tenía trabajo. Tal vez con unas pocas súplicas podría convencerlo de que fue culpa de Emma que perdió este trabajo y que le diera algo de tiempo.
Caminó durante horas para llegar a la casa de su abuelo, pero cuando golpeó la puerta, fue recibido por una avalancha de bastonazos.
"¡Maldito hijo de perra! Tienes coraje para venir hasta aquí después de lo que has hecho hoy", le gritaba su abuelo mientras le lanzaba uno que otro bastonazo y respiraba pesadamente.
"Pero si yo no he hecho nada, fue culpa de Emma. Ella me demandó, por ella perdí mi empleo", gritaba de vuelta James mientras cubría su cabeza y se alejaba de los bastonazos.
"¡Culpa de ella, culpa de ella!", gritaba en su furia el abuelo mientras trataba de golpear a un James que ya se había alejado de él. "Renunciaste a tu hija maldito hijo de perra. ¿Crees que no te vi sentarte ahí y aceptar desligarte de toda responsabilidad? Eres una patética excusa de ser humano, James. Te han dado demasiadas oportunidades y las rechazaste todas".
James sentía una vena pulsar en su cabeza. "¿Qué oportunidades? ¿Qué malditas oportunidades me dieron? ¿La oportunidad de ser utilizado como saco de boxeo por mi madre o ese maldito putero al que llamas hijo? ¿Cuál fue la maldita oportunidad que tuve?", gritaba James como un desquiciado.
"¿Crees que algo de eso te da el derecho de desquitarte con la mujer que te dio a tus hijas?", dijo el anciano. Sin embargo, notando el desliz, dio un paso atrás y miró al suelo.
James sentía un nudo en la garganta, sentía esa asfixiante sensación nuevamente, ese vacío que lo sofocaba.
Era consciente de lo que necesitaba, no podía apagar las voces que le gritaban en su cabeza, pero con suficiente alcohol podía nublarlas.
Simplemente ignoró al anciano y se dirigió hacia otro lugar, a otro antro de los que solía frecuentar.
El anciano lo miró alejarse y no pudo evitar sentir cierta compasión. El muchacho fue criado por dos seres humanos decadentes, no era de extrañarse que fuera tan torcido. Era realmente trágico cómo había luchado tan duro para salir de aquella miseria y, sin embargo, ser alcanzado nuevamente por ella.
Simplemente suspiró y volvió a entrar a su casa. Sabía que lo vería nuevamente dentro de poco, probablemente tendría que ir a buscarlo a una comisaría u hospital.
Mientras James avanzaba hacia el tugurio, con un paso constante y un rechinar de dientes.
Sorpresivamente, en un cruce, una limusina se saltó el rojo y atropelló a James.
Aunque el golpe no fue tan fuerte, aun así lo dejó en el suelo.
Inmediatamente de la limo se bajaron dos hombres robustos en trajes y con gafas.
"¿De dónde demonios salió este?", dijo un hombre moreno.
"Bah, simplemente déjalo ahí", dijo el otro hombre caucásico.
"Si nos demanda, podríamos tener problemas. Después de todo, nadie debe enterarse de que la señorita se escapó o tendremos serios problemas", dijo el hombre moreno, mirando a su alrededor. Había algunas cámaras de vigilancia que los podían haber captado.
Ambos miraron a James y rápidamente llegaron a un entendimiento. Sería mejor deshacerse de los problemas antes de que surgieran. Además, se podía notar que James era un vagabundo, de los tantos que había en la ciudad. Probablemente, nadie lo extrañe si desaparece.
Cuando estaban a punto de tomar cartas en el asunto, escucharon una voz desde el interior de la limo. "Solucionen rápido eso y vámonos de aquí pronto. Este lugar apesta".
Ambos hombres no sabían qué hacer, pero el caucásico rápidamente se decidió. Le colocó 100 dólares en el bolsillo y lo arrastró hacia la acera.
"Con un poco de suerte, beberá hasta borrarse", le dijo a su compañero con una risita y se marcharon.
James logró incorporarse después de un rato y apenas notó lo que le habían dejado en los bolsillos. Efectivamente, decidió dirigirse a un bar. Se dirigía hacia allá de todas formas.
Sin embargo, a mitad de camino, lo sorprendieron unos matones y lo arrastraron hacia un callejón.
"Vimos lo que te dieron. Es momento de pagar tus deudas, muchacho", dijo uno de los matones. Y antes de esperar respuestas, comenzaron a golpearlo.
Después de asegurarse de que le doliera todo el cuerpo, pararon y el mismo matón le quitó los dólares y le dijo: "Tal vez así recuerdes pagar tus deudas a tiempo", y se fueron.
Finalmente, James se incorporó como pudo y se fue hacia una pequeña plaza, donde se echó en un banco.
Tenía tanta impotencia que quería llorar. Le habían pasado tantas cosas que, sinceramente, parecía que ya nada tenía sentido. Todas las personas que conocía le habían dado la espalda, todos lo evitaban como si fuera una plaga. Había sido increíble encontrar trabajo y, sin embargo, lo perdió en menos de un mes. Estaba seguro de que ya nadie le daría otra oportunidad.
Un pensamiento extremo comenzó a aflorar en su mente. Si nada tenía sentido, tal vez sería mejor terminarlo.
Mientras más le daba vueltas, se sentía mejor. Una extraña paz descendía en él mientras pensaba en la nada, en el vacío sin fin.
Cerró los ojos y se concentró en la oscuridad. Había calma, sabía que allí no dolería, habría paz.
"El vacío lo acepta todo", oyó repentinamente, lo que lo hizo abrir sus ojos.
Allí, a su lado, había una mujer de hermosas facciones, con una piel blanca como la porcelana y un pelo rubio que caía hasta su cintura.
Esta mujer se veía irreal para James, como si no fuera posible que un ser tan perfecto existiera entre tanta suciedad.
La mujer miró a James a los ojos unos segundos y luego dijo: "Aunque tú no quieres realmente tal cosa".
Aunque inicialmente se sentía irritado, por alguna razón una extraña sensación de inquietud lo comenzó a llenar. Comenzaba a sentirse más y más irreal.
"¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?", dijo James, echándose hacia atrás lentamente.
"Lo que quiero es simple: cumple tu promesa", dijo la chica.
"¿Qué promesa? ¿A qué te refieres?", dijo James, comenzando a sudar. Su pecho se aceleraba, su cuerpo se sentía pesado. En su mente, el vacío infinito se lo tragaba.
"Es simple, James. Solo recuérdame".