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Chapter 18 - Capítulo 17

Eira seguía mirando al horizonte perdido en sus pensamientos cuando el hombre se sentó a su lado.

—¿Y si saltamos?

El hombre la miró como si estuviera loca.

—¿Qué?

—Saltemos, de todas maneras no tenemos muchas opciones, y tú tienes una espada.

—¿Y eso qué? Si saltamos a esta altura no sobreviviremos sin un mago que nos apoye.

—La torre, —dijo viendo bajo sus pies —está hecha de bloques, si tenemos suerte y eres lo suficientemente rápido podemos saltar y cuando estemos cerca del suelo puedes encajar la espada en una de las ranuras. Si lo logramos tal vez te disloques el hombro al cargar con el peso de los dos, si no lo logramos terminaremos muertos, y si nos quedamos aquí no tengo ni idea de lo que nos va a pasar, pero no me interesa averiguarlo.

El hombre miró a Eira desconcertado, la idea era inteligente a la vez que estúpida e impulsiva. Analizó sus opciones, la idea descabellada de la chica o ser descubierto por la familia Morwen. El hecho de ser atrapado no era aceptable en absoluto, así que se decidió por la impulsividad.

Se sentó junto a Eira y la tomó de la cintura para luego lanzarse juntos. Mientras caían, él desenvainó la espada en su cintura y se preparó para seguir el plan de Eira.

La espada encajó perfectamente entre dos ladrillos a dos metros del suelo. El hombre hizo un gesto de dolor y soltó a Eira, quien cayó con elegancia sobre el suelo. Después él soltó la espada y ambos empezaron a correr hacia la reja que llevaba al exterior del territorio de la mansión.

Fue un largo tramo que recorrer, cuando llegaron a su destino se prepararon para saltar, lo cual era muy difícil, ya que la reja estaba hecha de barras verticales con apenas cinco centímetros entre ella y un decorado con pinchos en el extremo superior. Siguieron la reja para encontrar una parte por dónde fuera más sencillo salir, así estuvieron treinta minutos, buscando una ruta de escape y huyendo de los guardias que los buscaban por toda la mansión.

La larga caminata dio frutos, llegaron a un lugar apartado del territorio. Había un lago y una cascada artificial de la cual sobresalían piedras. Ambos hicieron lo mismo, se adentraron en el agua y fueron hacia la cascada. El agua helada que empapaba su vestido lo hacía pesado causando que disminuyera la velocidad a la que avanzaba. No le quedó de otra más que quitarse todo lo que le estorbaba, el delantal, los zapatos, ese vestido negro que era abotonado hasta el cuello, quedando solo con una camisa blanca y unas medias negras.

Lo dejó todo flotando y siguió su camino. El hombre ya estaba al otro lado del muro en el que se encontraba la cascada artificial y la esperaba. Ella trepó y saltó al otro lado cayendo sobre un montón de hojas secas.

Se levantó y al mirar a su alrededor se encontró rodeada de árboles, y parado a su lado estaba el hombre, con cara de dolor y con el hombro en una posición en la que no debía estar.

—¿Quieres ayuda con eso? —preguntó señalando la extremidad.

—Dudo que puedas hacer algo si no tienes poderes curativos o estudiaste medicina.

—No necesitas ser un experto para poner un hombro en su lugar, con un poco de fuerza y sufrimiento se resuelve fácil.

El hombre dudó al principio, pero terminó aceptando debido al insoportable dolor. Eira le ordenó que se quitara la parte superior del uniforme y se sentara en el suelo. Eira se arrodilló a su lado y examinó la lesión.

En definitiva, el brazo estaba fuera de su lugar, y debía ser colocado para que no fuera un estorbo a la hora de huir.

Eira se apartó de él y buscó una rama a su alrededor, cuando la encontró le ordenó al hombre que la mordiera y se volvió a sentar a su lado. Se tomó un momento para respirar y tras reunir todas sus fuerzas devolvió el hombro a su lugar de un tirón.

El hombre mordió tan fuerte la rama que esta se terminó partiendo en dos, pero inmediatamente después del dolor intenso sintió un gran alivio. Luego de acomodar el hombro, el dolor disminuyó y la movilidad en el brazo volvió. Con ese problema ya resuelto, siguieron su camino.