Eira no entendía, el hombre se veía confuso. Aunque solo le tomó un momento reaccionar y que su expresión pasara a ser de curiosidad.
Caminó al frente y tomó la gema en su mano para luego ponerla en la fuente que estaba en medio de la estancia.
Nuevas constelaciones aparecieron, pero estas apenas duraron unos segundos antes de que desaparecieran y empezara a temblar el lugar.
Pedazos del techo cayeron sobre sus cabezas, las paredes empezaron a derrumbarse y de los pilares comenzaron a salir estrellas y constelaciones, luego se apagaron y una bruma negra salió de la gema que estaba en la fuente.
La habitación fue envuelta rápidamente por la niebla negra, no mucho después la puerta se abrió. El hombre tomó la gema rápidamente, mientras que Eira se ocultó detrás de la columna que estaba más alejada de la puerta, desde donde lo vio poner la gema de vuelta en su sitio, antes de ir a donde estaba ella.
El salón estelar no era grande, por lo que no tenían mucho tiempo antes de que los guardias los vieran. Miraron a su alrededor para buscar una ruta de escape, pero fue en vano. La sala estaba completamente sellada, no tenía ventanas y la puerta definitivamente no era una opción.
Los temblores se volvieron más intensos, un gran pedazo del techo cayó y un rayo de sol se vio entre la bruma. Vieron la oportunidad y la aprovecharon, el hombre tomó la cintura de Eira y de un salto voló entre la bruma y salieron al exterior por el hueco que se había creado en el techo.
Se encontraban en lo alto de una torre, a unos treinta metros del suelo. Era una distancia considerable, no tenían otra ruta que no fuera saltar hacia una muerte asegurada. La falta de magia por parte de ambos les estaba jugando en contra.
Se estaban quedando sin tiempo, los guardias de esa mansión los habían visto saltar al techo por entre la bruma y ya estaban ingeniando una manera de llegar a ellos, habían tenido suerte de que entre ellos no hubiera ningún mago.
Las mentes de Eira y el hombre maquinaban a toda velocidad para encontrar una forma de salir de esa situación. Era casi imposible que salieran de ahí con vida, a su alrededor no había nada de lo que pudieran auxiliarse para escapar.
Se sentó en el techo, que al tener forma de cono causó que resbalara hasta abajo, quedando sentada sobre el sobresaliente que había. Dejó los pies colgando al aire y miró al cielo.
Eira ya estaba frustrada de encontrarse en la misma situación una y otra vez, aunque a la vez lo encontraba muy divertido. La vida debía de odiarla mucho y la muerta amarla demasiado, pero ella no se rendiría, seguiría luchando hasta el final y ni siquiera sabía el porqué.