Cuando entró a la taberna que funcionaba de tapadera para el verdadero negocio, todo estaba en silencio y ninguno de sus hombres se veía por ahí.
La chica que había traído a la sede era increíble, era casi imposible encontrar a una mujer con sus habilidades y que pudiera hacer frente a dos hombres entrenados y preparados para cualquier situación, pero aún más sorprendente era que no había información sobre ella. Por lo general le costaba poco más de media hora enterarse incluso del color de la ropa interior de alguien si así lo quería, pero había pasado más de dos horas buscando quien era ella y no encontraba nada, era casi como si estuviera buscando un fantasma, y eso hacía que llamara aún más su atención.
Se dirigió a su oficina para hablar con la chica que había traído. Caminó hasta detrás de la barra de bebidas donde estaba oculta una escalera que llevaba hacia una pequeña sala de estar en el subsuelo, de ahí se dirigió a una de las paredes, la cual tras tocarla unas cuantas veces se abrió una puerta.
Lo primero que vio fueron las espaldas de una docena de hombres que estaban amontonados y con la mirada fija en un mismo punto. Se abrió paso entre ellos y vio lo que los demás veían.
La chica que había traído esa mañana estaba desatada y sentada en el suelo. Cuando ella lo vio sus ojos se agrandaron con sorpresa, luego, su expresión se volvió burlona.
—¿Te ofendió tanto que te apuñalara que ahora quieres vengarte? Debe haberte herido mucho el orgullo que una mujer te ganara en un combate —dijo Eira con una sonrisa arrogante en el rostro.
—Tienes razón, la puñalada me hirió más en el orgullo que físicamente, pero no te traje aquí para vengarme, más bien quiero hacer negocios.
—¿Negocios? —Eira estaba curiosa a la vez que renuente, no podía creer lo que escuchaba, era demasiado bueno para ser verdad, pero, aun así, preguntó —¿Qué tipo de negocios?
—Quiero contratarte.
—¿Contratarme? ¿Para qué?
—Me temo que no puedo decirte sobre que trata hasta que aceptes.
—¿Qué tipo de persona acepta un empleo sin saber de qué trata? ¿Piensas que soy estúpida?
—Lo único que necesitas saber es que la paga es buena y aumenta con base en la calidad de tu trabajo.
A Eira los ojos le brillaron. El dinero que le prometía era muy tentador, pero no la terminaba de convencer por completo.
El hombre, al ver la indecisión de Eira sacó al resto de hombres de la habitación y se acercó al escritorio, de donde sacó diez monedas de oro.
—Esto es lo que ganarás en una semana de trabajo, como ya dije antes, si tu trabajo es más satisfactorio de lo esperado ganarás más.
—¿Quieres que me prostituya?
—¿Qué? No, ¿cómo llegaste a esa conclusión?
—Tu elección de palabras lo dejó muy claro.
—La prostitución es ilegal.
—¿Y el trabajo que me estás ofreciendo no lo es?, dudo que siendo algo legal gane tanto dinero como para ofrecerle a una nueva empleada 10 monedas de oro en su primer día de trabajo.
La chica tenía razón, el negocio que él manejaba no era precisamente legal, pero tampoco completamente ilegal. Era más bien un mal necesario al que todos recurrían en busca de ayuda y que nadie se atrevía a intentar erradicarlo por miedo a las consecuencias.
El único problema del negocio era que desde que inicio las chicas entre sus trabajadores no eran precisamente abundantes. Como máximo había dos, pero siempre eran atrapadas y asesinadas, ya sea por la falta de habilidad o porque tenían la inteligencia de un pájaro, pero él sabía que ella era diferente, ya lo había visto y lo estaba reafirmando en este momento. Ella tenía todo lo que él buscaba en sus trabajadores estrella, belleza, habilidad e inteligencia, aunque tal vez era más inteligente de lo que a él le gustaría, le estaba tomando más trabajo del acostumbrado reclutarla. Normalmente, si no caían por su belleza en cuanto lo veían, lo hacían por el dinero, pero esta no había cedido y dudaba de la veracidad del negocio.
Sin otra salida, le ofreció un trato que no pudo rechazar.