—Jennifer tenía mucho que decir en nuestro camino al comedor y necesito que se aborde. Habla, niña —instó Priscilla a Jennifer.
—Abre la boca y perderás la lengua —Edgar tomó un cuchillo de la mesa. Había estado buscando un buen castigo para Jennifer y ahora su presencia le estaba dando todo tipo de ideas. —Padre, te doy hasta el conteo de tres. Uno —comenzó a contar.
—Priscilla, nos vamos —Edmund se movió desde donde estaba sentado hacia el otro lado de la mesa para llevarla. —Levántate. Te has avergonzado lo suficiente delante de nuestra nuera. Edgar está casado, supéralo.
—No me maltrates. Soy capaz de levantarme por mi cuenta —Priscilla apartó las manos de Edmund. No estaba llegando a nadie, pero tenía mucho tiempo para hacer que la escucharan y hacer lo que ella quería. —Bien, me iré por ahora, pero esta conversación no ha terminado. Ella no mantendrá el nombre Collins.