—Entonces debo parecerme a mi madre. No sé cómo es ella, pero dado que no me parezco a mi padre, quizás heredé sus formas. Gracias por tomarte un tiempo de tu ocupado día para hablar conmigo. Lamento si me percibo como grosera por apresurarme, pero debo regresar a casa pronto para darle el carruaje a mi madrastra. Le dije a mi padre que saldría a pasear para despejar mi mente —dijo Alessandra.
—¿Tu familia sólo tiene un carruaje? —preguntó Edgar—. Encuentro la casa del barón más lamentable de lo que pensaba.
—Alessandra no veía por qué eso era importante ahora. —No somos tan ricos como tú...
—Ciertamente no lo son —Edgar rió entre dientes—. Hay una gran diferencia en la riqueza que él tenía comparada con las pocas monedas de oro que Desmond estaba guardando. Te daré uno de mis carruajes si puedes decir con confianza que tu padre nunca ha pedido prestado dinero a su madre.