—Madre, ¿tuviste una buena conversación con Alfred? —preguntó Edmund al entrar en la sala de estar donde su madre estaba sentada mirando hacia la nada.
—No. Él vino a pedirme disculpas a Alessandra y estar cerca de tu ex esposa. ¿Sabías que Alessandra ahora es dueña de minas? —preguntó Rose, curiosa por saber cuántas minas poseía Alessandra y si había algo de valor en ellas.
—Eso es nuevo para mí —respondió Edmund—. ¿Cómo consiguió tenerlas? ¿Un regalo de mi hijo?
—Alfred dijo que el lado de la familia de su madre es dueño de minas y la han estado mimando. La tonta niña no quiere decirle nada al pueblo. Esto puede ser útil —dijo Rose, comenzando a planear cómo usar esto para limpiar la imagen de Alessandra.
—Madre, si ella no quiere decirle al pueblo, respeta su deseo y guárdalo para ti misma. Necesito hablar contigo sobre mi cena de cumpleaños. Pasaré la noche de mañana con mi hijo y nuera —dijo Edmund.