—¿Cómo entraste aquí sin que me diera cuenta? —preguntó Priscilla, sorprendida por la presencia de Edgar en su hogar—. ¿Entraste libremente en mi casa?
—Así es —respondió Edgar—. Una criada me abrió la puerta y entré. Ahora sabes cómo se siente cuando apareces sin avisar en mi casa.
—Eso no es lo mismo —respondió Priscilla, volviendo al grupo que crecía rápidamente.
—Solía pensar que Edgar era más como su padre, pero cuando los veo a él y a su madre discutir, veo que es realmente similar a ella —dijo Dominic, mirando de un lado a otro entre madre e hijo. Rara vez había visto a los dos conversando así, por lo que nunca lo había notado.
Edgar encontró la afirmación de Dominic ridícula. —No nos parecemos en nada —dijo.
—Eso puedo estar de acuerdo —asintió Priscila mientras caminaba detrás de Edgar para llegar a su asiento—. Principalmente se pareció a su padre en cuanto a apariencia y pasó tanto tiempo con su abuela que se volvió grosero como la vieja bruja.