Edgar salió del baño y no se sorprendió al encontrar a Alessandra sentada en la cama esperando su regreso. Fue a añadir más leña a la chimenea para que durara hasta la mañana y luego se acostó en la cama para que Alessandra pudiera volver a dormir.
—¿Qué bendición es tener a alguien que no puede dormir hasta que yo esté en la cama? —preguntó Edgar.
—Siempre has tenido a alguien que lo hacía. Alfredo estuvo despierto por mucho tiempo y tengo la sensación de que todavía estaba despierto hasta que regresaste. No podemos evitar preocuparnos. ¿No estás herido, verdad? —Alessandra preguntó, inspeccionando su cuerpo cuando se acostó a su lado.
A Edgar le gustaba la sensación de sus manos recorriendo su cuerpo para buscar cualquier herida o moretón que pudiera tener. Podría decirle ahora que no tuvo que pelear con nadie, pero entonces ella dejaría de tocarlo voluntariamente por todo su cuerpo.