—¿No dije que enviaras avisos cuando quisieras visitar? —Edgar preguntó, sosteniendo la puerta para evitar que su madre entrara. Por suerte, fue él quien recibió el mensaje sobre su deseo de entrar en las puertas.
—Lo hice. Debería haber llegado un poco más de una hora antes que yo. Sé agradecido de que he traído todo lo que Alfredo quería —Priscilla señaló su carruaje—. Haz que tus sirvientes los saquen para ti y llévalos a donde sea. Aparta de mi camino, Edgar.
—No ha pasado ni un día aún, pero ya estoy arrepentido de mi decisión de dejarte entrar en nuestra casa. ¿Su embarazo te ha hecho de repente como ella o estás sola? Podemos conseguirte un perro para que te consuele. Uno pequeño, aunque estoy tentado de conseguir uno de los grandes que te dan miedo. Hay algunos en alguna parte de la propiedad —Edgar dijo, considerando seriamente dejar que los perros vaguen libres.