—Por última vez, me siento bien. No me siento diferente a como me sentía esta mañana. No tengo ganas de vomitar. Sin embargo, me siento molesta— dijo Alessandra, mirando a Edgar, que estaba sentado al borde de la cama.
Alessandra intentó descansar después de tomar la medicina que le dio el médico, pero el sonido de alguien entrando y saliendo constantemente de la habitación la ponía nerviosa. Era aún más irritante cuando escuchaba a alguien caminando alrededor de la cama y arreglando la manta que no necesitaba ser arreglada.
Alessandra apreciaba la preocupación, pero no se sentía diferente a hace diez minutos, cuando fue Alfred quien le preguntó cómo se sentía. No podía evitar pensar en cuántos días tendría que pasar por esto. Alessandra podía mirar el reloj y predecir cuándo alguien más vendría a revisarla.