Al día siguiente en Lockwood. —Mi señora. La Sra. Collins está aquí —informó una criada a Priscilla. —Mándala lejos —respondió Priscilla rápidamente, sin estar de humor para tratar con Rose. Ya era bastante difícil sacar a su hijo de su casa. Si Edmund hubiera sido más rápido empacando sus cosas, no tendría que lidiar con Rose ahora.
—No te atrevas —habló Edmund, acercándose a la mesa donde Priscilla ya tenía una copa de vino en la mano. —No bebes. ¿Qué te está pasando?
—Ahora sí lo hago —respondió Priscilla, mirando el vino restante en su copa. —Debería haber empezado el día que nos casamos para poder soportarte mejor. Es bastante calmante —sonrió, levantando la copa hacia él.
Edmund no podía entender lo que le estaba pasando a Priscilla. Desde que regresó de la casa de Edgar, estaba actuando como una persona diferente. —Trae a mi madre —le dijo a la criada.