Alessandra encendió el fuego ella misma y obligó a Edgar a sentarse justo enfrente de él mientras lo inspeccionaba en busca de heridas. Confíaba en Edgar, pero al mismo tiempo sabía que él ocultaría cualquier herida que tuviera para no preocuparla. Su mente estaría más tranquila si cualquier herida, incluso las más pequeñas, se cuidaran de inmediato.
—Tanto como me encantaría que me desnudaras y me buscaras hasta el último rincón, no estoy herido, Alessandra. Superamos en número a Grant y con su hijo en contra de él, no había necesidad de que yo luchara. Fue más bien Grant contra su hijo mientras Tobias y yo esperábamos a que alguien intentara atacar. Mi mano está un poco dolorida por sostener mi espada —dijo Edgar mientras colocaba su mano en su regazo.
No podía dejar pasar la oportunidad de que ella le masajeara las manos, aunque no le dolieran.