—¿Cómo puedo confiar en que estabas haciendo tu trabajo correctamente y te aseguraste de que nada dañino para la reina pasara por ti? —preguntó Tobias, apuntando su espada ensangrentada al inspector de alimentos reales encargado de inspeccionar la comida de Hazel—. Sé honesto si has traicionado a la corona y tal vez te perdone. Dame un nombre.
—¡Su alteza! No te he traicionado a ti ni a la reina. Inspecciono toda la comida que me traen para la reina y muchas veces he estado en la cocina para ver qué se está poniendo en la comida. Por favor, créeme —lloró el inspector real en el suelo. Se negó a mirar hacia arriba para ver la espada en la mano de Tobias que podría matarlo en cualquier segundo.