Edgar golpeaba sus dedos sobre la mesa, tratando de ignorar al tonto que iba y venía frente a él. Había estado sucediendo durante unos cinco minutos y solo debido a otras cosas que ocupaban su mente, aún no había explotado.
¡Thud!
Ahora sí lo hizo. Edgar levantó la vista del papel en sus manos que detallaba todo lo que el niño vio cuando el cuerpo de la joven mujer fue dejado en la nieve. Frente a él estaba un bruto alto que iba y venía.
—¿Qué demonios quieres de mí, Caleb? —Edgar cedió para ver cuál era el problema ahora. Había estado esperando que si ignoraba a Caleb el tiempo suficiente, desaparecería.
—¿Qué pensarías si te dijera que me voy a casar? —Caleb preguntó, queriendo saber la opinión de Edgar. Reed fue una decepción con su respuesta de 'no me importa'.
—Pobre chica —respondió Edgar, volviendo a su trabajo.