—Sophia, es curioso cómo intentas avergonzarme cuando tu padre explota el cuerpo de las chicas por dinero. ¿Cómo puedes dormir por la noche? —preguntó Sophia, cambiando las tornas a su favor.
—Duermo como un bebé. La ocupación de mi padre no tiene nada que ver conmigo. No puedo evitar que a veces escuche muchos chismes o, digamos, té —dijo Eleanor levantando su taza de té—. Me gusta más ese término. No me gusta lo que hace, al igual que no me gustan las mujeres como tú que intentan atacar a otras mujeres. Pensé que solo las mujeres del distrito rojo se jactaban de los hombres con los que habían dormido, pero me equivoqué —dijo mientras tomaba un sorbo de té—. Este té está delicioso, Reina Hazel.
—Gracias, Eleanor —aceptó el cumplido Hazel, aunque no había sido ella quien había elegido el té—. Sophia —ofreció una dulce sonrisa a la mujer que había intentado hacer sentir mal a Alessandra por los asuntos pasados de Edgar—. Levántate.