Desmond hizo todo lo posible por mantener la calma, negándose a mostrarle a Rowan el miedo que buscaba. Como todos los demás, sabía de la muerte del suegro de William, pero la familia había sido secreta al respecto y afirmaba que se debía a un resfriado. Desmond creyó la historia hasta este punto.
Desmond sabía que no había hecho nada para ofender a William hasta el punto de que el hombre quisiera matarlo. Eran amigos de toda la vida, por el amor de Dios, y Desmond le estaba entregando a su hija a William en bandeja de plata.
—Algún día comerás tus palabras —prometió Desmond al hombre desaliñado.
—Dime qué, Barón, te ayudaré a atarme para que puedas meter esas palabras en mi garganta. Deberías saber que soy un hombre que disfruta del dolor —lamió sus labios secos.
—Esta conversación ha terminado —Desmond ya no deseaba continuar la conversación. Sabía que Rowan era un hombre con hábitos enfermizos, ya sea con un hombre o una mujer.