—Estás torturando tus labios —dijo Edgar, tocando donde era evidente que ella se había mordido el labio inferior—. Déjame darte un poco de motivación. Si continúas mordiendo tus labios, no tendré otra opción que cambiar mi enfoque suave y hacerte gritar para que todos los sirvientes escuchen. ¿Cuál es? ¿Te gustaría que la gente inexistente en este piso escuche o tal vez toda la casa? Estoy esperando.
—Hay...
—Esa no es una de las opciones —Edgar mordió juguetonamente la carne suave de su pecho izquierdo—. ¿Este piso o toda la casa?
Alessandra nunca pensó que la juguetona actitud de Edgar pudiera llegar a un nuevo nivel. Él la tenía en la palma de su mano en este mismo momento. ¿Qué tendría que hacer ella para ponerlo en esta posición? ¿Para tenerlo bajo su control? ¡Ah! Gritó, sorprendida por la entrada de Edgar sin previo aviso.