—Sabes, esperaba que me ayudaras a cavar el agujero para enterrarlo. No quedarte ahí parado viéndome hacerlo todo yo misma— Alessandra sopló cansada un mechón de pelo de su cara y miró con enojo a Edgar, quien estaba apoyado en un árbol.
—Es una pequeña lección para ti, ¿no es así? No puedes esperar que las cosas siempre salgan como quieres. Además, tú fuiste quien lo rompió. Ya recogí los pedazos y te encontré un buen rinconcito para enterrarlo. Ahora, ¿me dices cómo piensas hacer para que Alfred no ande como loco buscándolo?— preguntó Edgar.
Alessandra siguió cavando en la nieve tratando de llegar a la tierra. —Estaba pensando que tal vez podría lastimar algo que le importe más y así no estaría pensando en los platos. Podrías recibir un buen golpe en la cabeza si eso significa ayudarme a salir de problemas, ¿verdad?— dijo.